Pasaron el «black friday», el «black week end» y el «cyber monday» sin que nadie comprara Abengoa, alta tecnología en grandes rebajas. Es porque estas fiestas del consumo recién llegadas se aceptan sin entenderlas, como tantas cosas, como pasó con la democracia española en su día. El saturday, en una tienda que no hacía black week-end, una cajera se defendía de la queja de una clienta: «Hoy es sábado y black significa viernes». Pues eso. A lo largo del fin de semana, fuera de las tiendas, dentro de las redes sociales, las fotografías enseñaban productos a los que se había subido el precio el viernes anterior a bajarlo o a los que se había mantenido el número pero añadiéndole la palabra «rebaja». En opinión de muchos fue el black fraude. «Fraude» significa «negro», diría la cajera.

Se notaba en el escaso entusiasmo por las nuevas fechas que mostraba una representante del pequeño comercio ante esta pesadilla antes de navidad que consiste en que la gente pueda comprar barato en unas fechas de gasto cautivo a precios altos que suponen casi la mitad de las ganancias del año. Su «el pequeño comercio tiene que adaptarse» acompañado del detallado daño que supone, daba a entender una realidad: que el «black friday» es un espejismo en las tiendas de calle y el éxito está en Amazon, el almacén real de las compras electrónicas que cada año multiplica varias veces su caudal de negocio.

Nadie puede reconocer una rebaja, salvo cuando compra un Big Mac o un producto de Apple con su política de precios fijos: «si quieres esto pagas esto en cualquier parte del mundo». Hoy no aceptaríamos la propuesta ni la respuesta del concurso El precio justo porque sabemos que el precio no es justo, ni exacto, sino emocional y dependiente de la voluble ley de la oferta y la demanda. De ahí que no se celebre el «normal thursday», un martes cualquiera, sin sexy para el consumo.