Termina este 2015 con el bochorno de que Rocío Molina no estrenara entre nosotros, entre los suyos, Bosque Ardora, un montaje que paseó por medio mundo y por el que se embolsó un premio Max -aspiraba a cuatro en total; el show con más nominaciones en los galardones-. Es sólo un ejemplo de que esta ciudad que quiere ser sinónimo de boom cultural está desatendiendo muchos aspectos de lo que se denomina cultura. Y es que no hay una idea global, un plan maestro para lanzar a Málaga a la estratosfera cultural, sino un suma y sigue de iniciativas que, además, vienen de un lado muy concreto de la cultura, el de la exhibición artística. Esa focalización exclusiva en la plástica produce olvidos y desprecios supinos como el sufrido por Rocío Molina. A ver si ya pronto dejamos de ser todos expertos en arte, comisarios in pectore de vanguardismos plásticos y estudiosos del street art y hablamos de cultura en toda la extensión de la palabra.