Las crisis afloja algo en términos macroeconómicos pero sigue manteniendo estrangulada la economía de las familias malagueñas. Como siempre sucede en estos casos, los trabajadores son los primeros en notar los efectos de una recesión y prácticamente los últimos en sentir los beneficios cuando se empieza a retomar la senda de crecimiento. La crisis se llevó por delante decenas de miles de empleos en Málaga pero propició además, entre parte de los que tuvieron la fortuna de conservar su puesto de trabajo, una sensible devaluación de los salarios ya que la reforma laboral ha permitido además a las empresas recurrir a bajadas de sueldos alegando circunstancias económicas. Entre esa circunstancia y la máxima contención salarial impuesta por la patronal en las negociaciones colectivas, los sindicatos calculan que la pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores en estos años supera el 30%. El propio Colegio de Economistas de Málaga reconoce que una de las peores herencias que nos deja la crisis son unos salarios por lo general bajísimos que impiden ahora relanzar de forma más firme el consumo.

El 2015 tampoco ha servido para enderezar esta situación pese a que la provincia firmó el mayor crecimiento económico desde el inicio de la crisis. CCOO apuntaba hace unos días que los salarios pactados por convenio en Málaga subieron de media únicamente un 0,79% a lo largo del pasado ejercicio, lo que supone la tercera subida más baja registrada en Málaga en al menos 17 años, y apenas una décima por encima de los mínimos firmados en 2013 y 2014. Pero la realidad, según cuentan los sindicatos, es aún peor ya que son frecuentísimos los casos de empresas que en la práctica se descuelgan de los convenios o que, directamente, no los aplican imponiendo rebajas salariales.

Dicen los sindicatos que a este paso, y dando por supuesto que se mantenga la mejora macroeconómica, se tardará al menos más de una década en volver al nivel de salarios de antes de la crisis. Los defensores de la reforma laboral, por su parte, se agarran al argumento de que sin las flexibilidades ofrecidas a las empresas las cosas podrían haber sido peor para los trabajadores, con más despidos. Al final, en cualquier caso, el que más paga el pato es el de siempre.