Vayamos por partes, o mejor, vayamos por parques. Y a por un parque en los petroleados terrenos de Repsol. Y una vez conseguido, porque será un logro ciudadano, vayamos a por que sea el mejor de los parques. Querámonos más, con más respeto hacia nuestra ciudadanía en Málaga, dotémonos de calidad no especulativa, aunque sí productiva. Peleemos por espacios verdes para la felicidad de los desnudos y los ricos. Hagamos luego de ese parque un sitio tan bien diseñado y sosteniblemente mantenido que todo el mundo quiera irse a vivir a los aledaños. Saquemos entonces partido a los terrenos adyacentes, las plusvalías que queramos de eso terrenos poligonales, feos, descolgados de la saturada trama urbana que los rodea. No discutamos más por eso, hombre…

Enmascarados | Y disfrutemos en familia del Carnaval estos días. Utilicémoslo para todos, al margen de quien lo utilice para sí. No sé, cuando escribo, qué agrupaciones de canto habrán ganado esta madrugada en el Cervantes -tengo niño y nos acostamos pronto anoche-, pero hay calidad un año más en esos héroes casi anónimos del cuplé, el pasodoble y el popurrí, y en sus directores comandantes en letra y compás. Quizá siga faltando una mayor mordida a la actualidad, una visión crítica más cercana y concreta que haga «temer» democráticamente las tablas del Alameda y el Cervantes, pero no por el insulto o la grosería, sino por lo afilado del tratamiento y por la elección de lo tratado. Pero seguro que será un espectáculo el pregón esta noche de otro carnavalero de raza y apellido, Antonio Carlos Rojas Gallego, un artistazo. Y llevar a los niños mañana al concurso de disfraces infantiles al mediodía y al desfile a las 17 h. Quítate la cara de todos los días y… ¡Ponte la máscara!

Desenmascarados | Y ustedes quítensela. Frontinos, Taulas y demás corruptos y corruptores recién llegados a los periódicos con sus caretos del antes y el después de ser cazados, en algunos casos in fraganti gracias a las grabaciones de algún arrepentido, como Marcos Benavent, por su adicción al dinero de todos, que, como ellos mismos dicen, no es de nadie, o sea, que es suyo porque son más listos y pueden y los demás somos más tontos y no podemos como ellos. Y, lo que es peor, algunos imbéciles ni lo queremos. Hasta cuántos casos de corrupción justificarán lo malo conocido por lo malo por conocer para millones de votantes. Ésa es la clave de la formación de un gobierno aritméticamente en precario y, sobre todo, del resultado de una probable repetición de las elecciones. En todo caso lo será de las siguientes, cuando, si se forma Gobierno, es más que previsible que no aguante hasta el final de la legislatura. Ya veremos, ya veremos…

Hacienda somos todos | Como hemos visto que Hacienda, mal que le pese a la abogacía del Estado (¡tiene bemoles!) somos todos, sí, aunque sea más o menos. Lo demuestra que la infanta siga en el banquillo (sin que eso sea para alegrarse). No se trata de incurrir en una ejemplaridad necesaria por su privilegiada diferencia con la mayoría de los españoles. Sería injusto por exceso. Pero haberle aplicado la, en la práctica elitista, doctrina Botín, para eximirla de defenderse como presunta colaboradora de su marido de la acusación de haber blanqueado con gastos personales dinero obtenido ilícitamente, e inmoralmente, mediante la firma Aizoon, habría sido injusto por defecto. Y más ante el «extraño» espectáculo, aunque legal, del empeño en defenderla por parte del fiscal Horrach y de quien representa a la propia Hacienda saqueada (para colmo con el argumento de que la frase «Hacienda somos todos» no es más que un eslogan publicitario).

De qué se ríen… | De todas formas, consuela poder alegrarse de que la EPA, siempre más real que los datos del paro registrado, no haya sido mala. Lo que resulta más difícil es alegrarse de la alegría política de quienes defienden esos datos. Insisto en la idea de que los políticos deberían reírse menos, en general, cuando ejercen su dimensión pública en asuntos institucionales y de estado. Hay demasiada gente que sufre por muchas circunstancias que se suman tras la crisis, pero una parte de ese sufrimiento se lo deben a la incapacidad de quienes se ríen en su cara. O lo que es peor, por haber mirado para otro lado o por su participación directa en el saqueo de lo colectivo o en la falta de defensa del ciudadano ante la voracidad extractiva de poderoso. Por eso escuchar a Hernando en el PP soltar alharacas de bonanza para forzar la investidura de Rajoy, o a Susana Díaz (y con la Cónsula de nuevo coleando) achacando los resultados del paro a la estabilidad política del último año en Andalucía, como mensaje estable a Pedro Sánchez, cansa… Porque hoy es Sábado.