Comienza la Cuaresma hoy, Miércoles de Ceniza. Un lapso para el orbe cristiano de oración, penitencia y ayuno. La Iglesia marca estos cuarenta días como un período para la conversión del corazón, buen pensamiento el de la transformación en estos tiempos de incertidumbre, desasosiego, inseguridad y vacilaciones. Este ciclo cuadragésimo nos confiesa la finitud de la existencia, evidenciando la terminación de todo lo material y advirtiéndonos de lo efímero de la vida.

Así, podemos comprobar: la ceniza no es un rito mágico, no elimina pecados, es un símbolo de arrepentimiento, el cual nos conduce al cambio. Se conforma como una buena oportunidad para meditar y realizar un análisis de quiénes somos para entender hacia dónde vamos. Es época de pedir perdón al tiempo de perdonar.

Hay acuerdo entre los psicólogos en determinar la acción de perdonar, la cual consiste en una permuta de conductas destructivas voluntarias dirigidas contra quien ha hecho el daño, por otras constructivas. Eso sí, debemos de establecer un proceso del perdón basado en la modificación del comportamiento, el cual conducirá a una variación en los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones; perdonar en una pauta libremente elegida de compromiso y determinación.

Ante la impotente y rabiosa coyuntura de casos de corrupción padecida por los ciudadanos desamparados e inmersos en una crisis tan dramática: Gürtel, Nóos, Bárcenas, Palma Arena, Palau de la Música, Caso ITV, ERE fraudulentos, Operación Malaya, Cursos de Formación, Ayuntamiento de Valencia€, parece que el perdón alentado en esta etapa es difícil de otorgar. De ahí el sacrificio: «Hacer sagradas las cosas». Como nos recuerda Calderón de la Barca: «Vencer y perdonar es vencer dos veces». Les deseo una indulgente y reflexiva Cuaresma. Así sea.