La engañosa estrategia educativa de la Lomce, por Rosa Lara y Julen Fernández (profesores en el IES Antonio Gala)

El día 18 de enero Mariano Rajoy fue entrevistado en las mañanas de RNE. Al ser preguntado sobre la reforma educativa afirmó: «No sé qué es lo que habría que mejorar ahí [...] por suerte, ya empieza a bajar el número de alumnos que abandona sus estudios». En otras intervenciones sobre educación, el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, insistió en la idea de que el fracaso escolar ha descendido en los últimos cuatro años de un 30 a un 23%, aproximadamente. Afirmar que la ley Wert esté dando resultados a dos años escasos de su implantación parcial es tramposo, y para el público no familiarizado con las políticas educativas es un fraude que es necesario aclarar. Es ahora, después de algo más de quince años de implantación de la Logse, cuando podemos analizar los aciertos y los errores de ésta con rigor y exhaustividad. En dos años de implantación parcial y gradual de la Lomce no hay posibilidad de evaluar nada: el alumnado no ha completado aún ningún ciclo educativo bajo sus efectos, y en el sistema hay mucho más de las leyes anteriores que de esta nueva, cuyos cambios se están aplicando muy poco a poco. Sí es destacable, sin embargo, el desconcierto provocado en los equipos directivos debido a instrucciones confusas, la improvisación en las medidas y el brevísimo plazo para ponerlas en marcha. Que el descenso del abandono escolar esté motivado por una ley o por una acción política determinada significaría que se habría articulado un plan de inversión considerable, integrando a varios sectores de la sociedad, empresas, administraciones autonómicas, etc. y esto no ha ocurrido en esta última legislatura. Varios expertos opinan que es la propia crisis y la ausencia de oportunidades laborales la causa de que los adolescentes más propensos a abandonar, decidan seguir estudiando. Lo comprobamos a diario con el regreso a las aulas de alumnos, años después de haber abandonado y con los testimonios de otros que permanecen en el sistema a regañadientes pero sabiendo que no les quedan más alternativas. Más que datos engañosos que justifiquen acciones políticas determinadas, lo que hace falta son políticas educativas eficaces, concretas y realistas. Ese, al parecer, tan difícil de alcanzar, pacto nacional por la educación, que de una vez por todas nos aporte un poco de estabilidad, nos aleje de la incertidumbre en la que cada año nos movemos para planificar y organizar el nuevo curso, sin saber si tendremos que aplicar Logse, LOE, LEA o Lomce y no haya que esperar hasta el último momento la instrucción de la Consejería competente, que al final llega tarde y plagada de ambigüedades.