No es un secreto, sino todo lo contrario, la apuesta de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, por la educación y la formación como clave en el futuro de Andalucía. Este mismo sentimiento y deseo anida en la consejera de Educación, Adelaida de la Calle, eficaz y transparente en su gestión, con profundo sentido social del papel que debe tener la educación entre los jóvenes. La gestión y planificación de la educación es referencia y epicentro de sus prioridades. No está de más volver a afirmar que un pueblo es lo que es su sistema educativo y formativo. Dicho de otra manera más simple: Un pueblo avanza y encara el futuro si cuenta con un eficaz plan y programa de estudios, de un sistema integrado de formación y dispone de suficientes y cualificados enseñantes, además de tener un sistema de ayudas y becas para quienes no tienen recursos suficientes. En definitiva, fortalecer la enseñanza pública, que llegue hasta el rincón más alejado de nuestra geografía. En esto parecen estar de acuerdo todos los partidos, con algunos matices quizás, cuando en las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez se está de acuerdo en mandar al pairo la mal dada ley Wert, una ley que abría enormes vías de agua para la enseñanza pública, además de otros considerables errores surgidos de la más rancia y casposa política de las derecha en este país.

Después de tres años dolorosos por los ajustes del gobierno de Mariano Rajoy, la Junta de Andalucía, cumpliendo una promesa personal y directa de Susana Díaz, ha sacado la oferta de 2.327 plazas de profesor, el 100% de reposición desde hace tres años. Está claro que son más las necesidades pero no es menos cierto que el Gobierno de Susana Díaz, pese a las restricciones impuestas por la normativa estatal, abre caminos de esperanza y futuro, haciendo visible que se pueden hacer otras políticas, con sentido y sentimiento social en unos momentos en los que se está más preocupado por los números que por las personas.

Escuchaba días atrás a la consejera de Hacienda María Jesús Montero, en el programa de Fernando Pérez Monguió de la cadena SER, el enorme esfuerzo de la Junta de Andalucía para no reducir las prestaciones sociales, haciendo hincapié en la necesidad de apuntalar, con rigor y esfuerzo, la enseñanza pública, algo de lo que hay que estar orgullosos tal cual viene afirmando la consejera del ramo, Adelaida de la Calle, acérrima defensora de lo público. Esfuerzo es que, en estos tiempos, donde los prebostes del austericidio quieren cuadrar números para salvar bancos mal gestionados y expoliados por sus gestores, haya quienes sean capaces de ofertar 2.327 plazas de profesor. Recordaba María Jesús Montero la cifra, la millonaria cifra, que el Gobierno de Rajoy ha dejado sin transferir para Andalucía y la misma consejera a preguntas del periodista hacía un relato, real y que te ocasiona úlcera, de cómo la sanidad, los servicios sociales, la enseñanza, la dependencia y la creación de empleo habían sufrido tremendos tajos como si Rajoy cada vez que bajaba a Andalucía, cruzaba Despeñaperros, siempre o casi siempre en elecciones, parecía tener escondida la faca choricera con la que abrir en canal el cuerpo social de Andalucía, de los más necesitados.

Dicho lo cual me quedo con la sonrisa del portavoz de la Junta, Miguel Ángel Vázquez, en la posterior rueda de prensa del martes pasado al anunciar lo aprobado por el Consejo de Gobierno y la no menos contenta, con los ojos haciendo chiribitas, consejera Adelaida de la Calle que, a la chita callando, quiere cumplir en nuestra la tierra lo que le exponía al broncoso ministro Wert. Que la enseñanza pública no puede estar en almoneda.

P.D. (1) María José Pelayo, excaldesa del PP de Jerez, tiene una agenda (lo contrario a la de Rajoy) donde no hay un minuto libre. Tres o cuatro trabajos tiene sobre la chepa, tal cual tiene referenciado el PP andaluz (o sea, Bonilla) y por tanto senadora a todos los efectos de la Gürtel. Esto se acabó, dijo Rajoy y Bonilla certificó.

(2) La consejera de Cultura, Rosa Aguilar, al presentar en el Parlamento la ley de la Memoria Histórica, le chorreaba por la cara la satisfacción. No es para menos. Y entre los invitados Diego Valderas, empecinado luchador para que la memoria de las cunetas y las paredes de los cementerios siga viva, y también los años de la Transición, objeto de descaradas manipulaciones.