A pesar del mal tiempo, parece que este fin de semana Málaga va a recibir una nueva invasión de visitantes y turistas con motivo del puente por el Día de Andalucía. Es una buena ocasión, una magnífica oportunidad para el foráneo, para comprobar con sus propios ojos la habilidad que tiene Málaga, sus gentes y sus dirigentes, para convertir en eterno aquello que tocan. Aún recuerdo cómo, en mi precipitado desembarco en la capital de la Costa del Sol hace cuatro años, visitaba la ciudad acompañado de mi hermano, antiguo estudiante de Telecomunicaciones en Teatinos, para ayudarme en la búsqueda de un lugar donde caerme muerto cerquita del Centro. En aquella mañana de enero de 2012, tomando una cervecita en la calle Carretería, se asombraba mi hermano al mirar hacia el esqueleto de la plaza del Teatro y exclamar: «Joder, esto aún está igual». Hace tiempo que no me visita, pero si viniera este fin de semana, podría exclamar lo mismo. De hecho, cualquiera que hubiera venido a Málaga en los últimos cinco años y repitiese, podría pensar que no pasan los años.

Desde la noria del puerto de Málaga pueden contemplarse unas vistas espléndidas del lugar donde se habría levantado el auditorio municipal, otro proyecto que pudo ser y no ha sido y que esta semana ha vuelto a sonar por la petición de que se ubicase en el edificio del antiguo edificio Astoria, que no se ve desde la noria, pero que podría contar la misma historia que el auditorio. Hasta el propio Museo de las Gemas, que pudo ser, fue y dejó de ser, ha vuelto a ser de actualidad esta semana para que se investigue cómo fue y de qué manera fue. Vamos, La Mundial, ya saben a qué me refiero...

Pero no todo son bienes inmuebles y materiales -aunque algunos no se hayan llegado a materializar- los que ofrece Málaga a sus visitantes y ciudadanos, ya que si una maratoniana reunión de última hora no lo remedia mañana o pasado mañana, la ciudad vivirá una nueva huelga de basuras gracias a la virtud de dirigentes, trabajadores de Limasa y, al César lo que es del César, a los ciudadanos que ponen su granito de arena -y de mierda-, día tras día, para que el problema de la limpieza sea algo tan característico de Málaga como la Manquita, la Alcazaba o La Malagueta y se eternice en la ciudad hasta el fin de los tiempos.