Gustavo Ayón fue el MVP de la Copa del Rey disputada en A Coruña el pasado fin de semana. Lo era liderando a su equipo en la final, como guinda a dos partidos anteriores en los que también hizo unos números soberbios.

Ayón es ese tipo de jugador que no es muy grande para jugar de «cinco»; tampoco es muy rápido; no tiene un gran tiro exterior; ni unos movimientos en el poste bajo que copien los entrenadores de cantera para enseñar a sus jugadores interiores. Es evidente que no es un jugador con una técnica individual depurada o que llame la atención. Sin embargo, el jugador mexicano tiene algo que es mucho más importante que todo esto. Tiene el gen ganador. Además de ser un ganador posee una capacidad de esfuerzo e implicación que le hace ser un jugador muy destacado en su equipo, el Real Madrid. Él es un ejemplo de lo que cualquier jugador debe ofrecer y aportar a su equipo sin pedir nada a cambio, teniendo muy claro que el equipo está por encima de él como jugador.

Seguro que alguno dirá de Ayón que esa falta de plasticidad en su baloncesto le hace ser un jugador falto de talento. Pero estoy en total desacuerdo con esa afirmación. Para mí, ser un ganador es talento. Dar toda tu energía por el equipo sin pensar en tu beneficio es talento. Y estos dos aspectos no se enseñan. Se tienen o no se tienen. Es imposible mostrarse como un ganador si no lo eres, si tienes miedo a ganar o si no eres capaz de hacer tu mejor partido cuando de verdad tu equipo lo necesita.

Lo más grande del juego de Ayón es que se muestra como un jugador líder en un equipo formado por un abanico de exteriores de primerísimo nivel, que necesitan del balón para jugar pero también del trabajo de Ayón (entre otros) para ser liberados con ventaja para tirar o tener ventaja ofensiva.

Él es de esos jugadores que cuando parece que pasa desapercibido en el partido miras la estadística y suma en valoración. Y lo hace sumando en la parte derecha de la estadística (según se mira), para mí la parte más importante.

Seguro que a muchos entrenadores de primer nivel les gustaría tener a Ante Tomic en su equipo. Otros tantos estarían encantados de contar con Bourousis. Pero estoy seguro de que todos esos entrenadores darían lo que fuera porque Ayón jugase para ellos. Y es que Ayón no necesita que le des el balón en cada ataque para ser feliz. Él no produce sólo con el balón en sus manos. Él es ese jugador de equipo capaz de trabajar para que los demás tengan ventaja, de dominar el rebote en ambas canastas, de secar al jugador interior rival y acabar con más de quince puntos anotados.

Pero lo mejor del juego del pívot azteca es ser capaz de hacer ese trabajo cada partido. Suma siempre y es difícil verle hacer un mal encuentro. No falla. Mucho más en el partido decisivo, en esa final en la que los ganadores aparecen para lograr el título para su equipo.

Algunos seguro considerarán pobre esta copa porque el Barça y Valencia Basket fueron eliminados a la primera de cambio o Unicaja no se clasificó. Y es que para muchos si la final no la disputan Real Madrid y Barça deja de tener interés. Yo, por el contrario, pienso que fue la más atractiva y divertida de las últimas ediciones del torneo del KO. Y lo fue porque los favoritos sintieron el miedo a ganar, porque los más débiles presupuestariamente jugaron sin presión y creyendo en sus posibilidades, porque vimos remontadas de diecinueve puntos o un Gran Canaria liderado por un Albert Oliver haciendo un juego intenso y vistoso culminado con una más que digna final poniendo en muchos apuros al campeón final.

Por todo lo que transmite en su juego, por ese gen ganador y ese talento que posee tan difícil de ver, no hay duda de que Gustavo Ayón es el jugador perfecto para ser recordado como MVP de la Copa del Rey del 2016, la más apasionante de las últimas. Un ejemplo a seguir para todos esos jugadores que trabajan cada día para cumplir el sueño de participar algún día en una competición tan maravillosa como esta.