El Islam se merienda Europa. No se habla de otra cosa. Por la tremenda, poniendo bombas, mediante migraciones masivas o con un crecimiento demográfico que supera con mucho el propio de los nativos europeos. A mi juicio, lo indicado no pasa de anécdota -terriblemente sangrienta en algunos casos, cada vez más frecuentes- a la hora de explorar las causas, las explicaciones y el sentido a tanto horror y amenaza.

Repasemos. La Hégira, año uno del universo musulmán, fue en 622 y la batalla de Covadonga exactamente un siglo después. Y en nada, Poitiers. En un parpadeo, unos caravaneros de tribus perdidas en el Yemen y en los desiertos de Arabia se plantaron en el corazón de Occidente.

No hay explicación posible a ese fenómeno salvo la ideológica. Europa y el norte del África cristiana seguían cruzadas por la herejía arriana, antitrinitaria, según la cual Jesús es creado por Dios. Los musulmanes son rotundamente antitrinitarios por eso ven en los cristianos unos herejes blasfemos. La quinta columna arriana fue la clave de la veloz propagación del Islam en la cristiandad.

Aún a finales del siglo VIII Beato de Liébana calificaba de cojón del anticristo a Elipando, arzobispo nada menos que de Toledo, tocado de adopcionismo, que es una forma de arrianismo.

Bueno, pues ahora lo mismo. El Islam toma posiciones en Europa con enorme rapidez y fuerza porque cuenta con una quinta columna. ¿Quiénes la forman? En España bien se ve: la progresía antipatriótica y anticristiana. Y en el conjunto de Europa, más o menos lo mismo.