Los bienes de Roca y los males de Julián Muñoz. Se subastan en Internet fincas de recreo, carruajes, armas, botellas de vino, algunos cuadros o un traje de torero pertenecientes a Roca, el cerebro de la trama Malaya. Ante el éxito, la Audiencia Nacional parecen estar pensándose lo de las subastas por la Web para monetizar los patrimonios de otros condenados. La grandilocuencia de ricachón de Roca es la cara A. La B es ver llorar a Julián Muñoz, físicamente desahuciado, tras salir de la cárcel con permiso este fin de semana y haber pedido perdón de nuevo por el daño originado a las arcas públicas de Marbella. Visto en perspectiva, Muñoz es el auténtico muñeco roto de aquella panda, el peor parado, el que quiso ser lo que no era pero tampoco llegó a serlo, apenas. Es triste.

Julián Muñoz | Ha llovido desde el «tal y tal» de Jesús Gil de aquellos años de corrupción en Marbella hasta la frase: «Es un escándalo, Enrique», dicha por el ex diputado popular David Serra, capturada dentro de las grabaciones del caso Gürtel, cuando el ex vicepresidente de organización del PP valenciano conversaba telefónicamente con el empresario Enrique Ortiz (quien ahora ha cantado la gallina para intentar la permuta por una multa de los 4 años de cárcel que se le piden). Ha llovido desde que Julián Muñoz se paseaba como alcalde de la joya de la costa del sol de la mano de Isabel Pantoja, creyéndose protagonista de aquel juego de tronos playero y de pantalones altos, en vez del utilitario bufón de la corte gilista. Sus palabras de afecto para su ex mujer, Maite Zaldívar (otra de las no delincuentes que delinquió y que acabó en la cárcel, como la tonadillera o Marisol Yagüe), y para su actual pareja, permiten intuir la personalidad emocional y la demolición anímica de Muñoz, sobre todo tras los últimos 3 años de prisión y enfermedad. No resulta difícil comprenderle, por tanto, cuando dice: «Lo que quiero es estar con mis hijas y mis nietos. No aspiro a más».

Lluvia corrupta | Ha llovido desde aquel primer gran caso de corrupción en España, con disolución del ayuntamiento de Marbella en consejo de ministros incluido (de lo que ahora se cumplen diez años), hasta la cocaína del «director» del asunto de los ERE andaluces y de su chófer. O hasta ayer, en la comparecencia para no decir nada del ex alcalde de Punta Umbría, el socialista Rodríguez Nevado, en la comisión de investigación por el presunto fraude en los cursos de Formación en el Parlamento andaluz. Ha llovido sobre el más del millón de euros que sucesivamente llegó a recibir en subvenciones el ex alcalde onubense para los supuestos cursos que se daban en sus restaurantes, dinero que según parece se gastó incluso en 614 kilos de mantelería, 1.000 litros de aceite de oliva, 80 kilos de pez espada y 20 muñecas de comunión..

Pena de paseíllo | Ha llovido desde que empezaron a entrar en la cárcel por primera vez los malayos. Con ellos empezamos a acostumbrarnos peligrosamente a la utilización que de sus paseíllos previos a los juzgados hacían determinados programas en los medios de comunicación. La corrupción política se convirtió en rentable argumento mediático. Los juicios paralelos en asuntos de sangre y moral como el del caso Wanninkhof -que terminó convirtiéndose injustamente en el caso Dolores Vázquez- también fueron carnaza de escaletas televisivas que iban del rosa fuerte al amarillo chillón. Luego llegarían políticos que fueron poderosos como Pujol, Rato o Jaume Matas a ocupar esa pasarela hacia los juzgados, e incluso en la actualidad una Infanta de España.

El honor de los inocentes | Las llamadas penas de paseíllo, televisadas, fueron afectando a la presunción de inocencia, ante la rabia que provocaba en muchos ciudadanos la saturación de casos y sentirse engañados y expoliados por los antes tratados de honorables. Por eso el constitucionalista Ángel Rodríguez, catedrático de la UMA, ha tardado tantos años en terminar las 661 páginas (contando la bibliografía consultada) de su académico ensayo El honor de los inocentes, que presentó el miércoles en el colegio de abogados de Málaga. El ministro Catalá no disertó «en funciones» -aunque lo está- sobre la confrontación de los dos derechos en liza, el honor de los investigados y la necesaria libertad de expresión. Tampoco el presidente del Consejo Consultivo de Andalucía, el también catedrático Juan Cano Bueso, anduvo manco repasando de memoria la historia del constitucionalismo español para enmarcar el tema. Ni el abogado Blas Imbroda anduvo políticamente correcto. Un gran acto. Un bien alejado del mediocre partidismo habitual, que siempre es un mal. Como males son sus consecuencias.

Y ya es abril…

Porque hoy es sábado.