Como en tantos otros momentos en la historia del turismo, tan unida a la de Inglaterra, la ciudad de Blackpool, la que fue la pionera indiscutible de lo que ahora conocemos como un resort de vacaciones y turismo, tuvo un papel muy importante. Estaba situada la Blackpool primigenia en un bucólico rincón de Inglaterra. En el condado de Lancashire, en la bella costa que bordea el Mar de Irlanda. Su popularidad nace a finales del siglo XVIII, cuando el científico británico Willliam Hutton divulgó los efectos beneficiosos para la salud de los baños de mar.

La proximidad de poblaciones muy prósperas del Norte de Inglaterra y la potente revolución industrial que tuvo su eclosión en aquellas comarcas, hizo posible que el modesto caserío se convirtiera a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del XX en un emporio del turismo. Sus paseos marítimos, sus piers espectaculares, sus lugares de diversión y sobre todo la Tower, la copia junto a la playa de la torre Eiffel parisina, hicieron de aquel lugar la meca indiscutible del turismo de masas británico durante casi dos siglos. Eso sí. No todo el mundo deseaba visitar Blackpool. Para algunos se convirtió en un símbolo de lo que nunca se debería haber permitido en una maravillosa zona costera.

Hoy Blackpool es de nuevo noticia. Parece que lo único que le queda a sus habitantes es el recuerdo y la añoranza de otras épocas que se fueron para no volver. Ahora Blackpool sufre las consecuencias de ser una de las diez ciudades menos atractivas del Reino Unido. Sus problemas sociales y económicos representan un auténtico quebradero de cabeza para George Osborne, el Chancellor of the Exchequer británico.

Para desesperación del ministro de Economía del Gobierno de Su Majestad, el horizonte de Blackpool, la antigua joya de la diadema del turismo inglés, es cada vez más oscuro. Las estadísticas confirman que los habitantes de esta otrora hermosa ciudad son cada vez más pobres, tienen peor salud y además tienen una expectativa de vida inferior a la media nacional (5 años). Todo lo contrario a lo que está ocurriendo en lugares como Manchester o Sheffield. Sin olvidar que mientras Blackpool se hunde, sus jóvenes más preparados se ven obligados a emigrar a otras regiones del Reino Unido. Nos lo contaba recientemente en el Economist el actual portavoz de la columna de opinión que conmemora al maestro Bagehot. Cita éste a Jill, una pensionista que sigue siendo fiel a Blackpool: "Hemos visto días mejores. Pero todavía tenemos maravillosas puestas de sol."