Siempre se ha dicho que la ciudad de Málaga ha crecido de espaldas al mar. No en vano, las grandes mansiones de la burguesía malagueña del siglo XIX, crecidas a lo largo del paseo de Reding hacia el Limonar, tenían su entrada principal hacia este paseo y dando la espalda de la casa al mar. Esto es debido a que el rebalaje era visto como de clase inferior al ser zona de labor de pescadores (aparte de protección contra la humedad y el levante). Otro ejemplo son los barrios obreros crecidos durante los siglos XIX y XX que darían lugar al distrito de Carretera de Cádiz, que dejaron una brecha considerable entre el mar y ellos aprovechada hoy para hacer el nuevo paseo marítimo.

Pero la ciudad de Málaga también ha crecido de espaldas al campo. Desde que la filoxera hundió el sistema económico productivo de la provincia, el crecimiento de la capital se ha basado principalmente en el sector servicios, aprovechando el auge del turismo y el desarrollismo de los sesenta y setenta del pasado siglo.

El campo malagueño fue quedándose atrás, y nuestros pueblos vieron como sus habitantes emigraban a la ciudad en busca de empleos más seguros y algo menos duros como la hostelería y la construcción. Así, vimos como barrios enteros de nueva construcción de Málaga capital se poblaban de gentes de todas las comarcas de la provincia. Así tenemos por ejemplo La Paz y La Luz en Carretera de Cádiz.

Esta situación aun no se ha parado, sobre todo en los pueblos más pequeños de la provincia, pero si se ha ralentizado bastante. Ello se debe a diversas circunstancias importantes acontecidas en los últimos treinta años. La entrada en la Unión Europea supuso entrar también en la PAC (Política Agraria Común) con sus correspondientes ayudas al campo y al agricultor, que eviten el despoblamiento rural y la falta de cultivos agrícolas, entre otros objetivos. Un segundo punto y de gran importancia, es la creación de la Junta de Andalucía, pocos años antes de la entrada en el club europeo, con una apuesta decidida y clara desde sus comienzos por el campo andaluz, fomentando, articulando y desarrollando el medio rural a todos los niveles. El Plan de Empleo Rural a través de sus diversas denominaciones fue otro factor determinante en evitar el despoblamiento agrario. Y ya, en estos últimos años, los efectos de la crisis que se ha concentrado especialmente en la construcción, han hecho que muchos de sus trabajadores, busquen otros nichos de mercado laboral alternativos, entre otros, el campo.

Afortunadamente, hoy día, el sector agroalimentario malagueño cobra de nuevo una pujanza hace años desconocida, entre otros motivos por haber aguantado los envites de la crisis mucho mejor que otros sectores, por su dinamismo a nivel de cooperativas y su emprendimiento al buscar mercados exteriores.

Tenemos que ser conscientes de la importancia del campo malagueño en el devenir de nuestra historia, de nuestra gente y su futuro y en el desarrollo de nuestros pueblos y ciudades. Para ello tenemos que vivir más el medio rural, conocer más nuestra rica y variada tierra. No nos quedemos en el salón de la casa, conozcamos la cocina, los pasillos, salgamos al patio. Ahí descubriremos nuestras macetas, nuestra luz, el canto de los pájaros y el olor azahar, jazmín o romero.

Por ello los y las urbanitas de la capital malagueña, de Marbella, Fuengirola, Vélez-Málaga y otros núcleos urbanos importantes de la provincia, debemos volver a mirar a nuestro alrededor. Tenemos una provincia maravillosa y unos pueblos únicos con un gran patrimonio ambiental, cultural e histórico. El patio de nuestra casa es más bello y rico de lo que nos podemos imaginar. Vivamos la fiesta de la Pasa de El Borge, la de la Tagarnina en Villanueva del Rosario, la de la Almendra en Almogía, la Cabra Malagueña de Casabermeja, y otras muchísimas más que tenemos en nuestra rica provincia. Los 103 pueblos de la provincia son joyas de las que sentirnos orgullosos.

Visitemos la comarca de Antequera y probemos sus aceites. Acerquémonos también para ello a la comarca nororiental de Málaga. Naveguemos por la bahía y por nuestras calas y playas, descubramos bodegas y vinos en Ronda y la riqueza en naturaleza y gastronomía de los pueblos de su Serranía, o visitemos los lagares y paseros en la Axarquía. Probemos los productos de los pueblos del Guadalhorce y Guadalteba y vivamos sus fiestas, disfrutemos en fin, de una diversidad paisajística y cultural sin comparación en Europa.

Descubramos de nuevo (si aún no lo hemos hecho) el ajobacalao de Vélez-Málaga, una buena pata de chivo malagueño al horno, la calidad de los mejores limones de España criados con esmero en el valle del Guadalhorce, la zanahoria morá de Cuevas Bajas, un queso de leche de cabra artesanal, el cerdo ibérico de la Serranía de Ronda, nuestras castañas del Genal, nuestros embutidos de Benaoján, carnes de porcino de Cártama o Campanillas, espárragos de Sierra de Yeguas, las múltiples (y excelentes) cervezas artesanales de nuestra provincia, o el divino vino de Málaga joya milenaria de nuestra tierra. Todo esto, entre otras muchísimas delicias gastronómicas que nos ofrecen nuestros pueblos y comarcas, porque hay muchas más, igual de ricas, importantes y conocidas. Desde aquí animo a que completen la lista de los productos de nuestra provincia, cosa que no supondrá gran esfuerzo puesto que cada pueblo tiene fértiles campos, magníficos productos y cada vez más, empresas y cooperativas que los procesan, y comercializan. Productos que nos ofrecen los trabajadores y trabajadoras del campo y la mar con su esfuerzo, sudor y cariño y que gracias a nuestro paradisiaco (aunque más seco de lo que deseáramos) clima nos ofrece.

Miremos cara a cara a nuestros pueblos, a nuestro campo, a nuestra mar. Tenemos calidad y belleza. Disfrutémosla.

Salas Ruiz es delegado territorial de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía en Málaga. Licenciado en Biología y Derecho. Doctor en Bioquímica.