Los días previos a un «clásico» todos tenemos la esperanza de que vamos a vivir un partido distinto a todos. La enorme rivalidad y la gran calidad de los jugadores de ambos equipos son suficientes alicientes para pensar en disfrutar del mejor partido de fútbol que se puede ver ahora en el mundo. Se unía que la ocasión era especial por el homenaje que el anfitrión iba a realizar a Johan Cruyff (con él sí que empezó todo). El minuto de silencio fue precioso aunque algún insensato lo rompió con algún grito inoportuno y maleducado. La ovación con todo el Camp Nou puesto en pie fue impresionante. Faltó que el árbitro parara el partido para que los jugadores se unieran al aplauso. Sé que esto está prohibido, pero la ocasión merecía la pena y se hubiera dado un ejemplo al deporte mundial.

Los que sí se respetaron fueron ambos equipos. Tenían claro que no se jugaban nada por la diferencia de puntos que hay en la Liga. Encima esta semana juegan los cuartos de final de Champions. Se olvidaron de lo importante que es ganar un partido como éste para todos los aficionados que tienen detrás. Parecía que no querían hacerse daño moral.

Por un lado, el Barça que está construido y entrenado para presionar arriba y tener el balón (así llevan desde que Cruyff inculcó esa filosofía en el club). Por otro lado, el Madrid que querría tener el balón y presionar arriba pero que ni está construido ni entrenado para eso (tampoco tiene filosofía con la de bandazos que da su presidente).

La propuesta del Madrid fue estar lo más juntos posible porque presionar no pueden o no saben. Intentaba robarle el balón al equipo de Luis Enrique por acumulación de jugadores pero cuando lo conseguía (no en muchas ocasiones) le duraba el balón en los pies dos pases. El Barcelona, que tenía menos que perder, se limitó a esperar a que llegaran las ocasiones. Pero andando, sin cambio de ritmo. Mientras duró el cero a cero las ocasiones no fueron muchas pero lograron que Keylor Navas fuera el mejor del partido. El Madrid no supo explotar la superioridad que Bale tenía en la banda derecha sobre Alba. Además jugaba con diez porque Ramos no compareció en el partido. El central debería hacérselo mirar. La temporada que está haciendo es muy floja y, a día de hoy, juega por galones y por nombre. Por rendimiento debería ver el partido junto a los suplentes.

Llegó el gol de Piqué en un córner tras un doble bloqueo que parecía más un carretón de los que juega el Barça de baloncesto para liberar a Navarro y que tire de tres. El gol cambió el partido. Hasta ese momento, el equipo blaugrana no había hecho muchos méritos. Pero el equipo blanco ninguno. Verse por detrás en el marcador obligó al Madrid a ir al ataque. Cuando se fue a por la portería de Bravo se dio cuenta de que podía marcar. Lo logró en pocos minutos. Otra vez empatados. Pero ahora los visitantes se creyeron que no son tan inferiores y que estaba el partido para ganarlo. Ahora robaban el balón con más frecuencia. Ayudó que el Barcelona se desinfló, no sé muy bien por qué. Y el Madrid recordó que es el mejor equipo del mundo al contraataque.

Rápido se puso uno a dos, pero el árbitro lo anuló por una falta de Bale a Alba que sólo vio él. Después vino la absurda expulsión de Ramos. Pero para el Madrid no cambió nada porque, repito, desde el minuto uno estaba jugando con diez. Casemiro se puso de central. Este jugador no será de los mejores «cinco» del mundo pero para su entrenador es básico e insustituible porque alguien tiene que hacer el trabajo sucio en un equipo donde hay tantas estrellas.

El equipo de Zidane jugó igual con diez. Siguió robando y saliendo al contraataque. Jesé, que entró por Benzema, ayudó a ello. En una de esas contras vino el segundo gol de Ronaldo. En ese momento el Barcelona intentó acelerar el juego. Pero ya era demasiado tarde y el Madrid supo amarrar el partido.

Al final quien más se jugaba se llevó el gato al agua. Sin duda que esta victoria no sirve para nada en la Liga. Pero sí va a servir, y mucho, para la moral del Madrid y el convencimiento de que Zidane ha encontrado el equipo con el que quiere jugar. Pero también creará dudas en un Barcelona que parecía invencible y ahora no lo va a ser tanto.