Seguridad fallida, por Luis Vinuesa Serrate

Bonita palabra que fluye sin cesar en boca de todos nuestros mandatarios, cuando indiscriminadamente somos masacrados por el terrorismo, cuando pueden, donde quieren y como quieren. Poder... pueden, porque es algo fácil de realizar con imaginación y escasos medios, aprovechando el relajamiento del sistema, que por ley natural acostumbra a tener, cuando las cédulas durmientes trabajan sin hacer ruido pero constantemente. Occidente es creador nato de nuevas tecnologías y Oriente se hace práctico de ellas, utilizándolas para sus fines, tanto industriales como de ideología religiosa, significando que ellos son defensores de su dios, haciéndonos a nosotros culpables de blasfemar en su contra, porque nuestras libertades no respetan la seriedad de su fundamentalismo, al que consideran inviolable y fuera de toda duda divina. Su convencimiento les lleva a mezclar religión con «su guerra santa», y ISI consigue financiación extorsionando con impuestos abusivos a sus fieles de Alá, así como por la venta soterrada de petróleo a precios bajísimos, invadiendo el mercado del crudo. Así tienen recursos y compran armas, sin extrañarnos que España, siendo el 10º exportador internacional de ellas, también sea un presunto y muy probable proveedor. Cabe razonar el por qué de este terrorismo, más aún partiendo de jóvenes europeos marginales adiestrados física y mentalmente en Siria, que con documentación falsa, vuelven a su país de origen, donde pueden permitirse perpetrar desastres como lo de París o Bruselas. Una vez sucedido, entramos en el shock emocional que ellos persiguen, provocándonos inseguridad y serias dudas en nuestro sistema, pretendiendo cambiarlo por su Califato. Si nuestros jóvenes tuviesen trabajo bien remunerado y su calidad de vida propiciase un futuro con mucha perspectiva, ¿cederían su integridad para estos fines suicidas?

La culpa es del Marca, por Javier Cobo Antón

Excusándose de la enorme corrupción que se está destapando en esa región, Rajoy ha declarado que no tenía ni idea de lo que estaba pasando allí; es decir, que estaba a oscuras, a la luna de Valencia. La culpa debe ser, pues, del silencio al respecto la única fuente escrita de conocimiento que sabemos que lee cada día el presidente: el deportivo Marca. Le disculpa también el que incluso en estos últimos años, coincidiendo con su presidencia, apenas si ha podido consultarlo con tranquilidad, por la dura competencia que al respecto a la que ha sometido el interés por informarse de su -según ha confesado- de su ya crecidito retoño. ¡C…aray con el presidente que nos ha tocado! ¡Cómo ha funcionado, incluso ahora, que todavía está, más que nunca ha estado ningún otro jefe de Gobierno, «en funciones»!