Enfermedades graves aparte, lo peor que le puede pasar a un cuerpo es que pierda el apetito. Antes los médicos lo primero que preguntaban, después de mirar la lengua que nos hacían sacarles y el color debajo de los ojos, era si teníamos apetito. Ahora España crece más o menos al 3% pero la economía está claramente inapetente. En la política tampoco hay muchas ganas, pues las que tienen algunos por llegar al poder se compensan con las pocas ganas de la gente, que en el fondo ni siquiera sabe si quiere que todo cambie o quiere que todo siga igual. Esta crisis generalizada de los apetitos es hoy por hoy lo más preocupante de lo que nos pasa. Da la impresión de que hasta al independentismo, que a fin de cuentas nos tensaba bastante el ánimo, anda últimamente desganado. A lo mejor un buen reconstituyente sería ponernos a cambiar la Constitución, y no lo digo en broma.