La altura moral de Obama se muestra en el intento de sanear las peores desmesuras de la historia de su país. «Esta es una gran Nación», pregonan todos los presidentes de USA, o los aspirantes, pero una nación sólo se hace de veras grande cuando al menos es capaz de expiar con humildad sus excesos. Bien mirado, la visita a Cuba no tenía puesta la vista tanto en el futuro como en el pasado, y era un modo de reconocer errores de hace más de medio siglo. En la visita de Kerry a Hiroshima, que anticipa la del propio Obama, hay un mensaje secreto, sin verbalizar, de petición de perdón. El lanzamiento de las bombas fue un hecho alevoso, la consagración de la guerra contra masas de víctimas inocentes. En el último año de su mandato, Obama parece proponer sutilmente a USA una cura de humildad que le devuelva su grandeza. Sólo quien viene de la memoria de sufrimiento de su raza podía hacerlo.