Está siendo letal la coincidencia. Te llega el certificado con las retenciones para la declaración del IRPF mientras a algunos les llegan las notificaciones desde Panamá. Cuidadito, por tanto, con ser injustos con la gente. Porque cuando se denuncia que en este país nuestro, empeñado en llenarse de países, la ciudadanía le ratea lo que puede al fisco porque no tiene conciencia de ser ciudadanía, ésa que lo es porque contribuye al mantenimiento y al desarrollo de su estado social y democrático de Derecho, nunca se analiza si esa gente tiene la sensación de que parte de sus ingresos termina en los bolsillos insondables de quienes nunca tienen bastante, de quienes nuca quieren aportar lo que les corresponde.

Anteayer me llamaba emocionado, aunque elegantemente contenido, Alfonso Vázquez, cronista de la mejor Málaga en la sección «La Ciudad» de este periódico. Alfonso me dijo que Inma y Juanjo, dos luchadores pobres (que no dos pobres luchadores), habían dicho que sí a un ángel de la guarda para su hijo Alejandro, aquejado de parálisis cerebral y convaleciente de su cuarta operación ósea. Al fin, tras trece años de lucha con las instituciones por conseguir un bajo sin escalones en el que vivir, a ser posible cerca del Hospital Civil, donde llevan a rehabilitación a su superhéroe empujando el carrito cuatro veces a la semana, un empresario desde Ibiza se fijó en su caso y les ha adelantado ya una ayuda económica urgente, además de preguntarles donde quieren el piso.

-No me imagino a Alfonso Vázquez llorando por fuera. Pero yo ando fatal de incontinencia llorona últimamente, por muchas cosas que quizá lo justifican, y se me llenaron los ojos de lágrimas mientras conducía hablando con mi compañero (de forma «tráficamente» correcta, con el manos libres del móvil conectado, que conste, no vaya a ser que alguien quiera utilizar lo publicado como prueba de mi tendencia a la irresponsabilidad)-.

En la información de ayer de La Opinión se aludía a que esta noticia se producía paralela a la lluvia de casos de corrupción que se siguen sucediendo. Ayer mismo con el nuevo impacto de las detenciones en el ayuntamiento de Granada y la suspensión de militancia del popular Torres Hurtado, uno de los puntales de la etapa de Javier Arenas.

Quizá esto sólo sea un desahogo, que no tenga mérito que en una columna se incida en el agravio comparativo que supone este ambiente defraudador en el ánimo del contribuyente que no escapa de sus obligaciones fiscales. Pero es que hace tiempo que se agotaron los adjetivos recriminatorios. Pueden reventar los diques que deben contener la generalización de las conductas, al menos por quienes nos asomamos a las mismas profesionalmente con el recuerdo aún en la sangre de haber sido vacunados contra la demagogia. Qué fue primero, el huevo o la gallina de toda esta desvergüenza.