Hola amigo tuitero, soy el community, o algo parecido. Te llamaría por tu nombre y tus apellidos pero claro, no los sé. Tú sí sabes mi nombre y mi apellido, los tienes ahí arriba, bien clarito. Han pasado ya unos días desde que decidiste, escondido detrás de los 140 caracteres, agazapado tras un avatar superchulo del escudo del Málaga CF o de un bucólico atardecer en La Malagueta, insultarme a mí y al medio de comunicación en el que trabajo. Cometimos, cometí, un error imperdonable el pasado martes cuando te quisimos, quise, hacerte pensar que había cosas más importantes que el eje sobre el que se asienta tu mundo, que por lo visto hay vida más allá de la calle Mármoles. Nos equivocamos, es cierto, al pensar que Mario Conde, Rita Barberá o Cristiano Ronaldo se merecen siquiera una coma en estas páginas o en esta web si no tienen un mínimo de relación con Málaga, su provincia y sus gentes. Lo sentimos de veras, tuitero anónimo. Me gustaría poder tratarte de tú o de usted pero, ya digo, no sé cómo te llamas, pero sí por qué me insultas y por eso me disculpo.

Me disculpo por querer insinuar con dos tuits que en esta ciudad de más de medio millón de habitantes, viven miles de personas que son aficionados o simpatizan con el Real Madrid y que muchos de ellos probablemente se sienten alrededor tuya en la grada de La Rosaleda. Me disculpo por hacerte creer que ese temblor, ese rugido que se escuchó en el Centro de Málaga el martes a eso de las diez y media de la noche, eran gritos de celebración de la victoria en el Santiago Bernabéu cuando, en realidad, era una nueva réplica de los ya cotidianos terremotos que se han venido a vivir a la Costa del Sol. Te pido perdón por querer abrirte los ojos al mundo a ti, que te la suda todo lo que no tenga color blanquiazul o sabor a espeto, que no tienes ni pajolera idea de dónde está Idomeni o de quién es el juez Castro. Nos llamaste, me llamaste, cateto por querer informar de unos cuartos de final de la Liga de Campeones, en los que estuvo el Málaga CF hace tres temporadas y por el que esta redacción se dejó la garganta y se secó las lágrimas mientras escribía sobre la tragedia de Dortmund. Me llamas cateto, pero quizá el catetismo sea encerrarse en cuatro paredes o en 140 caracteres y despreciar lo que sucede fuera de ellos. Te pedimos perdón, te pido perdón, por querer hacer mi trabajo, y lo hago también por anticipado, porque seguiremos, seguiré, haciéndolo cada día.