as primarias en los Estados Unidos se están poniendo realmente interesantes en vísperas del premio gordo que serán el próximo martes las de Nueva York, por el elevado número de delegados allí en juego. Y los nervios se notan en ataques, insultos y descalificaciones.

En el Partido Demócrata, Hillary Clinton, que ha sido elegida senadora en este estado, y que es posiblemente la candidata que llega mejor preparada de la historia pero que representa al establishment mejor que nadie, compite con un Bernie Sanders, nacido en Nueva York, que contra todo pronóstico le está presentando una dura batalla a pesar de estar muy escorado a la izquierda para los usos locales. Eso está propiciando un debate de ideas dentro del partido (sobre energía, finanzas, libre comercio, Wall Street, política exterior, etc.) que está haciendo girar a Clinton a la izquierda. Todo indica que Hillary será nominada aunque por ahora no logra distanciarse de Bernie y este, por su parte, no parece tener posibilidades de alcanzarla... a no ser que ocurra algo muy grave relacionado con la investigación del FBI sobre sus comunicaciones mientras era secretaria de Estado.

Clinton tiene 1.758 delegados, Sanders 1.069 y hay otros 158 no comprometidos. Para ganar la nominación Demócrata hacen falta 2.383. Estos son los datos. Pero a ellos hay que añadirles algo importante que suele pasar desapercibido y es la figura de los superdelegados, comunes entre los demócratas y excepcionales entre los republicanos. Los superdelegados son funcionarios electos o altos cargos del partido que participan automáticamente en la convención que elige al candidato a la presidencia del país. Pero mientras entre los Republicanos son apenas son 150 y su voto está atado al ganador del caucus estatal, en el Partido Demócrata son 712 (15%) y su voto es libre, o sea que lo pueden dar a quién quieran sin mayores explicaciones. Su finalidad es evitar que las bases del partido elijan a un candidato que no tenga posibilidades de ganar. Fueron los superdelegados los que al final decantaron a favor de Obama una apretada victoria sobre Hillary Clinton en 2008. Pero no parece muy democrático y Bernie Sanders quiere acabar con ellos como parte de su revolución política... y porque la mayoría de los superdelegados se decantan por ahora por Hillary (469 frente a 31).

Mucho más revuelto está el campo Republicano, donde el viejo partido de Lincoln puede caer en manos de un demagogo populista que favorece el etnonacionalismo, el aislacionismo, el proteccionismo y que ataca a las minorías y a las mujeres, o puede romperse como no sucedía desde que en 1850 el debate sobre la esclavitud distanció a los entonces whigs del sur y del norte. En el Partido Republicano hacen falta 1.237 delegados para ser elegido candidato y hoy Trump tiene 743, Cruz 545 y Kasich 143.

Norman J. Ornstein ha publicado hace unos días en The Atlantic un análisis interesante sobre las opciones que se pueden dar en el campo Republicano:

-Trump alcanza los 1.237 delegados el 7 de junio, fecha en que se celebrarán las últimas primarias (entre ellas las más importantes, California) pues antes es matemáticamente imposible. Eso exige ganar Nueva York el martes y confiar que esa victoria produzca una ola de adhesiones en otros caucus.

-Trump no llega a 1.237 delegados pero acaba las primarias con amplia ventaja sobre Cruz y se beneficia de la norma no escrita de que quién tiene mas delegados debe ser confirmado por la convención del partido. Así lo piensa el 58% de los republicanos.

-Trump no llega a los 1.237 y se vota en la convención. Si no es elegido en la primera vuelta, los delegados quedarían libres de todo compromiso y podrían votar como quisieran. Y también Marco Rubio podrá negociar con el centenar largo de delegados que obtuvo antes de su retirada. Eso es lo que espera Kasich, que se ve como un posible candidato de compromiso a pesar de tener menos votos.

-Trump no llega a 1.237 delegados pero frente a maniobras del aparato del partido se alía con Cruz e incluso forma tándem con él para la presidencia exhibiendo un imponente respaldo popular conjunto. Se llevan mal entre ellos y me parece muy improbable, pero a lo mejor no lo es.

-La dirección del Partido Republicano se impone ante una muy probable derrota de Trump ante Clinton y lo margina en favor de un candidato fresco como podría ser el actual speaker del Congreso, Paul Ryan, o el mismo Mitt Romney. Me parece que sería muy fuerte.

La verdad es que los Republicanos tienen razones de sobra para estar preocupados. Trump lidera las encuestas (que dicen que también ganará en Nueva York por un apabullante 60% frente a un 17% de Kasich y un 14% de Cruz) pero su grado de rechazo entre los estadounidenses es del 67%, el más alto de ningún candidato en los últimos 32 años. De hecho, cuatro de cada diez republicanos confiesan que no le votarían nunca en unas elecciones generales... aunque eso diera la victoria a los demócratas. Y además Trump amenaza con presentarse a las presidenciales como independiente si no obtiene la nominación de su partido. No creyeron que podría ganar las primarias y han reaccionado muy tarde. Acaba de formarse una PAC (grupo de donantes) entre millonarios conservadores que se llama “AntiTrump nuestros principios” dispuesta a gastar mucho dinero para que Trump no gane. Por mi parte les deseo mucho éxito, aunque me temo que la convención de Cleveland va a ser muy interesante.

*Jorge Dezcállar es diplomático