No resulta muy didáctico ni es lo aconsejable para la salud de Málaga que la reunión entre cargos públicos del Ayuntamiento de Málaga y la Junta de Andalucía se iniciara el pasado jueves a gritos, rayando lo chabacano y la grosería. Quedaron, creo, para ver cómo entre ambas administraciones eran capaces de asesinar al metro y la máxima preocupación parece que fue que nadie quería dejar huellas ni una colilla que les responsabilizara del crimen. Ya saben eso de que «Aquí han fumado y la policía no es tonta». Sopeso que se citaron con la idea de matar al metro. Se puede entender que tras tres horas de reuniones y de intercambio de cientos de miles de millones de folios técnicos, uno pierda la cordura y eleve la voz creyendo así que tendrá razón. Pero es ilógico que antes incluso de sentarse en la mesa, donde por lo visto no se negoció nada, se saludaran a gritos, lo que ratifica que en el tema del metro han perdido todos los papeles. Bueno, todos no. Sólo los de los modales y aquellos que hablan de la lealtad institucional. De los otros llevan años y años intercambiándose informes técnicos, planos y proyectos articulados para concluir cada parte que la razón es la suya. No hay nada mejor que poner un técnico en tu vida. Pobres de espíritu. Fue tal el jaleo y la gresca tabernaria que montaron que invitaron educadamente, eso sí, a los periodistas que estaban en la sala contigua a que se fueran un poco más lejos. Se da por sabido que los periodistas molestan incluso sentados en una sala de visitas. Los mandaron allí donde los decibelios y las ondas sonoras se atenuaban con la distancia y podían ser absorbidas por las paredes, que como les de por hablar retratarían la altura técnica de la reunión. Todo por que no se ponen de acuerdo en qué es lo que se firmó en noviembre de 2013. Si construir un tranvía hasta el hospital Civil, un metro, un metrobús o una montaña rusa. Ahora entiendo esta vieja moda de «reuniones con luz y taquígrafos».

El problema es que nadie sabe lo que firma o lo suscribe a sabiendas que luego hará lo que le de la gana. Una opción muy mediterránea, muy latina, muy de Groucho Marx y su teoría sobre los principios.

Habrá que estar atentos por que esta ciudad sufre una epidemia de firmas y como todas acaben a gritos nos vamos a volver locos. Málaga es muy de firmar. Y se firma de todo. Julián Muñoz firmó incluso convenios urbanísticos en los capós de coches de lujo. Hace años lo que se firmaba en Málaga eran hipotecas, ahora cualquier proyecto de ciudad lleva emparejado cientos de miles de firmas a favor y en contra. Antes uno iba al banco y firmaba del tirón una hipoteca, un seguro de vida y unas cuantas letras de la thermomix. El malagueño salía silbando del banco con un kit de tres gracias al valor de su firma. Una firma para un banco es como un pacto de sangre y, tiene gracia, ni te aceptan a la suegra como letra de cambio con el valor que tiene. Lo que se firma en un banco se cumple. Pero para nuestros políticos parece ser más un divertimento, una estrategia o una excusa en la que apoyarse y se han especializado incluso en distinguir entre las firmas cuantitativas y las cualitativas.

Por ejemplo. Si se hiciera caso a lo que se firma en Málaga, el Ayuntamiento no debería haber aplicado el tarifazo del agua. La plataforma Iniciativa Ciudadana contra el Tarifazo del Agua compuesta por un centenar de colectivos sociales recogió en un mes casi 34.000 firmas contra la nueva tarifa, peros sus firmas quedaron en papel mojado. Estas firmas tienen menor valor que las 10.500 recogidas entre los vecinos de Bailén-Miraflores en contra de que se construya un tranvía para unir el Guadalmedina con el hospital Civil. Francisco de la Torre se agarra a estas firmas, además de otras razones técnicas (y políticas), para oponerse al proyecto que, curiosamente, el Ayuntamiento firmó. También están las más de 16.000 firmas que las distintas plataformas ciudadanas recogen contra la construcción de torres en los terrenos de Repsol. Unas para proponer un bosque urbano y otras un gran parque. Pues nada, esta firmas al equipo de gobierno del PP parece que no le convencen y mantienen su idea de ubicar torres urbanísticas en los terrenos de Repsol.

En el Ayuntamiento deben pensar que no se puede gobernar una ciudad a base de firmas ciudadanas. En la plataforma Change.org hay activas 58 peticiones variopintas para Málaga, desde más playas para perros hasta ubicar de nuevo la parada de taxis en el Málaga Palacio o declarar una Málaga independiente. La Junta también piensa lo mismo, pues ignora las más de cien mil firmas que recolecta el PP contra el impuesto de sucesiones.

Trabajar hoy recogiendo firmas es una salida laboral con mucho futuro. Se recogen firmas para despedir a Limasa y contratar una nueva empresa; el PP tiene su campaña de recogida de firmas para pedir el tercer hospital; una recogida en los barrios por una Limasa pública; el CSIF tiene la suya para reclamar la jornada de 35 horas; asociaciones inician una recogida de firmas para pedir una calle en Málaga para la Banda de Bomberos; hay campañas para dar más licencias de café teatro en el centro de Málaga; de farmacéuticos para que la fibromialgia sea reconocida como enfermedad; de vecinos contra el hotel de Moneo; por una movilidad digna hacia el PTA..., hasta la de vecinos de la pedanía malagueña de San Luis de Sabinillas, que han reunido 1.505 firmas para pedir al obispado que quitara al párroco por reprochar los llantos de algunos asistentes a un funeral y poner música navideña en los entierros. Pero las mejores son, sin duda, la campaña de un millón de firmas en Change.org para cerrar Change.org o la de Kiko Rivera por la libertad de Isabel Pantoja.

Habrá que andar espabilado antes de que cierre Change.org e iniciar una recogida de firmas para tener políticos con buenos modales, atentos, educados, que se saluden, que no alejen a los periodistas que andan incordiando y una segunda, si da tiempo, para que se termine de una vez el metro cuyo inicio de obras se firmó (maldita palabra) en abril de 2003. Trece años después 10.500 firmas lo tienen parado.