Puesto que el destino fatal de todo hombre o mujer de poder es matar a su padre (político), al decir Rajoy que no tiene sucesor natural está diciendo que aún no ha elegido su homicida. Nunca es fácil acertar en esa elección, si uno quiere, como resulta comprensible, conservar la vida (política) después de muerto. Lo mejor quizá sea no elegir a nadie, pues de ese modo, aunque el sucesor lo acabe matando, al menos no cargara uno con la rumia del despecho por la ingratitud y con la culpa de haberse equivocado, como le pasa a Aznar con su sucesor natural, o sea, Rajoy. Esto, además, dificulta al sucesor la gestión, pues ha de ir siempre pendiente del retrovisor, atento a la que le está armando el antecesor natural para saciar la sed de venganza, con el peligro de que esa vigilancia de la espalda le haga perder la visión de la carretera, y se acabe saliendo. Es una profesión de riesgo.