De blanco y noche, el gran Gatsby en Puerto Banús. Lo evoca Juan Cruz, el último periodista picassiano de la cultura y de las metáforas de la política sin héroes, a bordo de un coche sin gps en busca de Cocteau. El príncipe de los poetas en romance y prestidigitación con todas las disciplinas de las vanguardias. La cita se pensaba al mediodía en el faro de Marbella a cuyo pie y altura el poliédrico dandi parisién será la luz verde del futuro de una ciudad que perdió el amor. No es está mal, comentamos de perfil al paisaje en llamas, la propuesta con la que Alfredo Taján y Óscar Carrascosa quieren devolver a los espejos de la noche marbellí el reflejo de los ángeles azules de Diaghilev, la elegancia de las señoras Flaubert, el espíritu Stravinsky de los poetas, el tangerine dream de la diplomacia y algún que otro Jean Genet con los que raptar la moral burguesa en brazos de la delincuencia de la seducción.

Incluso la idea podría englobar también, como defiende Tecla Lumbreras, la Chanel malagueña del arte e igualmente a bordo de la expedición, la recuperación de la arquitectura del relax -sumar es más- que mezcló el funcionalismo con el kitsch en una divertida imagen de optimismo en la Costa del Sol. La manzana del último paraíso (entre olivos, el mar y una sierra blanca, en epístola de amor para su querido Jean Marais) donde Cocteau fue el maestro arlequín en las boîtes nocturnas de Santa Petronila, del Martinete de Antonio el bailaor, al que le desnudó un dibujó en el fondo de la piscina, y de El camello de oro de Pepe Carleton. De ambos se exhiben, en una sala del Cortijo municipal de Miraflores, dibujos, fotografías y su correspondencia personal.

Bajo un sol de L´Étranger, en el patio político del Cortijo de Miraflores, nos contaron sobre Marbella y El cordón umbilical del exquisito poeta, cineasta, dramaturgo, decorador y más portraits-souvenirs de bohemio trabajador para quien el arte era una de las formas trágicas de la sociedad. Es hermoso y hondo, estético y ético, el diario de su agónica memoria definitiva, rubricada cuatro años antes de su muerte, horas después en paz de saber que había fallecido su querido pájaro cantor Edith Piaf. Un libro sobre la dificultad de ser, la coherencia y la búsqueda de la originalidad, en cuyas páginas descansa la letra del corazón cincelada a lo Cellini del cosmopolita ángel profesional. Lo publicó con esmero y en colaboración con la editorial Confluencias el Instituto Municipal del Libro de Málaga, creado en su día con la visión política de hacer una capital de la cultura y mercadeado por sus mismos defensores diez años más tarde, al capricho de un líder ciudadano y los ajustes de cámara que no se desvelan nunca.

Estará este manuscrito, junto con otros títulos, en la colección de la Biblioteca y del Aula de Publicaciones que engloba el plan que, de momento, cuenta también con una mesa redonda con sus dos directores, el editor de Cabaret Voltaire y el responsable del Instituto Cervantes de Paris, Juan Manuel Bonet. Habrá también una conferencia taller de Estrella de Diego, y un corifeo poético de inéditos con Álvaro García, Cristina Peri Rossi, Isabel P. Montalbán, Curro Fortuny, José Luis Rey y Taján también. Y la revista Litoral publicará más adelante el monográfico Marbella Capital Cocteau.

El acto no provocó ninguna insolación y en este primer paso de un proyecto en construcción pero de gala, hubo recuerdo para los paneles de La Maroma. La sombrerería de la inefable diseñadora Ana de Pombo, cuatro frescos pintados con cola de conejo y arena de la playa que años más tarde adquirió la familia Coca. Nada se dijo sobre si se contempla la posibilidad de adquirirlos en préstamo o si se contará con una expositiva reproducción. Tampoco se habló del faro como pilar de este ambiciosa carta de navegación, enfocada a que la ciudad se convierta en aquel pueblo de artistas que soñó Jean Cocteau desde la primera vez que se bajó de un coche Neville y puso sus zapatos blancos en la arena flamenca sobre la que habría bailado hermoso y brillante Panamá Al Brown. La rosa negra del boxeo con piernas de ballet (lo mismo que el fallecido ayer Mohamed Alí, mariposa y abeja, en su mítico combate del siglo contra George Foreman) y opio literario del polifacético creador al que una vez un político cultural confundió con el buceador.

Al final, como de vez en cuando sucede, al calor de los aplausos le siguió un cóctel Cocteau en el que departir con arquitectos y artistas plásticos invitados, con gestores culturales, ateneístas, marbellíes y allegados en torno a las expectativas de este Centro de Estudios Cocteaunianos que pretende, promete y conviene crecer como cultura y territorio. Una esperanza trajeada de presente entre la ilusión del futuro y el peso amargo del pasado. No es extraño que los supervivientes damnificados de la Gil époque (todavía pagan en impuestos la resaca de aquellas fiestas de champán, de chaquetas a medida, escotes empinados, camisas rosas, coches de lujo y de contactos de oscura reputación) muestren por igual su ansiada esperanza y su desconfiando escepticismo. Se han cumplido 25 años de aquella orgía sin música de jazz que dejó en la quiebra a una capital convertida en un fantasma sin blanca, y su memoria es un silencio que no se toca. La sombra de una amenaza que tal vez un lamentable día cercano sea un grafiti populista en las paredes del desencanto.

Da la sensación, como siempre con la política española, de que la ciudad se divide entre los que sienten la orfandad de ética y de escritores de periódico que se jugaron la jeta y el corazón, contra el empresario que hizo del territorio un casino de rubio platino y uñas pintadas con el símbolo del dólar, y los que tienen la responsabilidad y el poder de trabajarle a Marbella un renacimiento que cicatrice no ya el paisaje colmatado de espectros de cemento zombi pero si necesariamente la autoestima de sus gentes. ¿Serán capaces su alcalde y sus patrocinadores de construir una apuesta más allá de lo de andar por casa y de los flashes de la respuesta mediática?

Marbella capital Coctau vale la pena si realmente se avala en serio como faro cultural para que la idea implique a los marbellíes como clientes culturales, a los artistas de fuera del territorio geográfico y de los afectos, y establezca puentes con la Riviera francesa que tiene en Niza su Centro Cocteau con el que trabajar en sintonía. Incluso contribuir a plasmar la vieja aspiración, jamás resuelta, de unir la N-340 a través de una solvente oferta cultural. Seguro que todo lo contemplan los dos gestores que idean ilusionados desterrar el ectoplasma de la corrupción gilista y sustituirlo por el espíritu vanguardista de Cocteau. Hace doce años el Pompidou de Paris le dedicó una retrospectiva con más de 330 dibujos, 300 fotografías, 22 pinturas y sus películas. El homenaje fue un éxito de público y dejó patente la espléndida creatividad e ingenio del autor de La Voz humana.

Hace 55 años Jean Cocteau llegó a Marbella para quedarse. Esperemos que este proyecto consiga que sea definitivamente su paraíso y que gracias a él Marbella despliegue las alas de su metamorfosis.

*Guillermo Busutil es escritor y periodista

www.guillermobusutil.com