Esta semana comenzaron las finales de la NBA, un play off a siete partidos entre los dos mejores equipos del mundo. Nuevamente han llegado hasta aquí los Cleveland Cavaliers de Lebron James y los Golden State Warriors de Stephen Curry. Esta madrugada se disputará el segundo partido de esta serie. El primero fue en la madrugada del jueves al viernes pasado. No les voy a engañar, a mí ya me cuesta levantarme a las tres de la mañana para ver en directo los partidos. Soy más de verlos al día siguiente tranquilamente, seguro que es porque ya me voy haciendo mayor, pero la retransmisión es tan buena que merece la pena estar bien despierto para no perderse detalle.

Viendo el espectáculo que rodea el partido te das cuenta de lo lejos que estamos de ellos. Todo es increíble. Los vídeos promocionales que emiten antes del inicio del partido, la presentación de los equipos, las actuaciones en los tiempos muertos, las repeticiones de las jugadas y el análisis videográfico desde diferentes ángulos, los entrenadores haciendo declaraciones en ciertos momentos del partido, un árbitro retirado que comenta las jugadas polémicas, la cancha a reventar con todos los espectadores vestidos con la misma camiseta con los colores de su equipo... Todo te llama la atención. Nada tiene que ver con las finales, por ejemplo, de la ACB.

En la cancha se enfrentan dos equipos muy diferentes. Los Warriors basan su juego en el movimiento sin balón de sus jugadores. Para ello necesitan pasarse el balón y hacerlo lo más rápido posible. Necesitan del acierto en su tiro exterior para anotar muchos puntos, uno de sus fuertes. Tendrán a su favor el factor cancha, la experiencia de haber ganado la temporada pasada. También tendrán la presión (o la confianza) de ser los favoritos.

Frente a ellos están los Cavs, un equipo mucho más lento en su juego. De hecho, es fácil que cometan pérdidas por consumir los veinticuatro segundos de posesión. Ellos necesitan que el balón pase por James. Las situaciones de aclarado para su estrella son continuas y es él quien mete canasta por su tremenda superioridad y recursos en uno contra uno, o quien crea la ventaja para sus compañeros. Hasta para defender son más individualistas basando su defensa en el uno contra uno mientras que el equipo californiano está constantemente trabajando defensivamente con ayudas con el objetivo de parar colectivamente esas situaciones de aclarados del imparable Lebron.

Por lo visto en el primer partido, la diferencia entre ambos equipos puede estar en la aportación de los jugadores no principales, aquellos que no son titulares o que no tienen un rol de estrella. Aquí parece que los Iguolada, Livingston, Varejao o Barbosa aportan más que los jugadores secundarios de los Cavs. Ellos necesitan más de sus titulares que tienen mucho peso en el juego. Y entre ellos, destaca Lebron James, sobre el que gira todo el juego de su equipo.

Si las estrellas de Warriors no tienen su noche, sus compañeros pueden sacar adelante el partido (como pasó en el este primer partido de la serie). Si las estrellas de Cleveland no están acertadas, no pueden ganar.

Se repite la final del año pasado pero no va a ser la misma final. En esta ocasión las lesiones no van a mermar al equipo de James, que tiene a todos sus compañeros principales en buenas condiciones físicas y, además, están descansados porque han ganado con cierta facilidad los play off que les han llevado a esta final.

Supongo que los románticos como yo irán con Golden State por aquello de que hacen un baloncesto rápido y muy atractivo. Pero no dejo de reconocer que es impresionante lo que hace Lebron James, un jugador con una capacidad técnica y física que le hace ser indefendible uno contra uno. Lo que sí que espero es que todos los analistas de la NBA tengan razón y sea una serie larga por aquello de disfrutar más partidos como este primero. De hecho, ya estoy loco por ver mañana el segundo. ¿Lograrán los Cavs regresar a Cleveland con la serie empatada?