La «nueva socialdemocracia» española acaba de ser anunciada -que no enunciada- por Pablo Iglesias, justo después del pacto suscrito por Podemos y la Izquierda unida de Alberto Garzón. La alianza resultante, Unidos Podemos (UP) proyecta sumar los votos naturales del PSOE a los de la izquierda populista y la comunista para inventar un centroizquierda inexistente en las democracias del mundo. El mistagogo Iglesias, sacerdote revelador de los misterios, nos debe una explicación sobre la naturaleza y la posibilidad de tan singular distopía, más allá del denostado bipartidismo a que daría lugar con la segura amalgama en las filas templadas del centroderecha.

Si el aparentemente deseado parlamento «a cuatro» se limita a la dialéctica bipolar de toda la vida, la gobernación resultante será una reproducción de aquello que se pretendía evitar: una mayoría ciega y sorda que hace y deshace a despecho de una minoría vocinglera. Si la mayoría no fuese de izquierda, la razón ética quedaría supeditada a la razón práctica -personalizada en tantos casos-que arruina la confianza de la sociedad española en la política. Y si fuera de izquierda populo-comunista, conforme al sueño de «sorpasar» a la misma derecha, habría que temer la aparición de movimientos ultras como los que están creciendo en casi toda Europa, pero no en España.

No es de recibo la voluntad de eliminar las zonas ideológicamente moderadas en un país como el nuestro, donde la democracia nacida de la transición afronta su primera gran crisis. Además, UP no necesita asaltar el cielo para convencer de su necesidad en la tierra, jugando el indispensable papel crítico sin vuelcos de 180 grados.

Iglesias habla primero y piensa después, como se ha visto en ciertos repliegues. Debería de invertir el proceso para afianzar la credibilidad de su oferta sin pretensiones fagocitadoras que no están en el proyecto reformador, que no rupturista, de las mayorías sociales. Y evitar la mistagogia de éste y de otros planteamientos, como el del «patriotismo plurinacional» que nos invita a ser patriotas de varias patrias en lugar de una. O sea, a no ser patriotas de nada. Pensar antes de hablar: esta es la cuestión, nada hamletiana por cierto.