Ha empezado la campaña electoral. No se preocupe si aún se encuentra bien. Los mareos comienzan más tarde. Tal vez cuando lo llamen para hacerle una encuesta telefónica. Quizás a la hora en la que está usted abriendo el ribeiro mientras termina de cocerse bien el arroz, lamentando no haber echado algún berberecho extra y una mijita más de sal. Si no le han hecho nunca una encuesta (ni un arroz con berberechos) es que tiene usted cinco años o una suerte irregular. Descartemos lo de los cinco años, porque no estaría leyendo esta columna. Seguramente, con cincuenta y cinco, tampoco. No conozco a nadie al que hayan telefoneado para contestar una encuesta electoral. Churchill decía que democracia es que llamen de madrugada y sea el lechero. En España si llaman a la hora de la siesta es una compañía telefónica. Churchill se refería a llamar a la puerta, pero tampoco ahora la literalidad de un estadista nos va a fastidiar el artículo. Las compañías de telefonía móvil son las únicas que llaman al fijo. Una vez establecida esta paradoja, que es lo que nos interesaba establecer hoy aquí, prosigamos con los mareos, un mal bien estudiado en medicina pero que aún no ha sido catalogado en su vertiente electoral. Qué mareo. Cuando el tercer candidato le pida un voto puede ser el momento de obnubilación. Antes con el bipartidismo era más fácil. Te pedía el voto el PP. Te pedía el voto el PSOE. La suegra preguntaba por qué no llaman los de IU. Ahora te pueden llamar de coaliciones, sopas de siglas, gazpachos de siglas, partidos emergentes, turgentes, insurgentes o tradicionales. Mareito bueno. Ha empezado la campaña electoral. En estos momentos hay alguien poniendo un titular que contiene la expresión pistoletazo de salida. El que habría que darle a él. Menos mal que ya no tenemos que escribir eso de «la tradicional pegada de carteles». No hay carteles, no hay tradición. No hay ganas. Pasado mañana, domingo, habrá sondeos electorales. Segundo o tercer gran mareo de cifras y datos y tendencias y la verdadera encuesta es el día de las elecciones y no creemos en las encuestas, bla, bla. Cualquier día sale uno diciendo, porque le otorgan un sólo escaño, que el fútbol es así, no hay enemigo pequeño y hay que ir partido a partido.

El mareo final van a ser los resultados, para algunos más que para otros. Como aperitivo, nos marean con los espacios ideológicos. Nada de derechas e izquierdas. Ahora todos socialdemócratas. Si Olof Palme levantara la cabeza le daba al pobre un jamacuco. A Churchill, también. Aunque cuando se cambió de partido no pareció darle mucho. Le dio a los que dejó en su antaño bancada. Ha empezado la campaña electoral. Los candidatos toman complejos vitamínicos y planchan camisas blancas soñando con escaño, ministerio o subsecretaría. Día uno y sereno.