En mi paraíso natural del norte, los diarios daban el mismo día estas dos noticias: un grupo de escolares, que recibían clases de surf en la playa, juegan durante una hora con una docena de delfines; una familia de jabalíes invade el patio de un Instituto de Enseñanza Secundaria en las afueras de la ciudad. Como con el segundo asunto los profesores del IES se muestran preocupados, los munícipes se hacen eco del problema, pero ¿qué hacer? Matar a los jabalíes sería políticamente incorrecto. Entonces alguien del Ayuntamiento propone, como medida supuestamente más piadosa con los derechos de los animales, esterilizar a las hembras de jabalí para que no procreen. Bien, bueno, ufff, vale, ji ji, en fin, cof, cof, voy emitiendo tras leer la información, mientras felizmente mucho más al sur, en el Estrecho, los bárbaros aporrean ya las puertas de Roma, con su genética saludable.