Nota necrológica a D. Álvaro Lillo Soler, por María José Blázquez Pascual

El pasado día 7 de este mes de junio, Málaga perdió a un gran esposo y padre, además de un buen ciudadano y ejemplar compañero.

Lo conocí hace 53 años y nunca vi en él una mala palabra, un mal gesto. Era un hombre de eterna sonrisa, siempre hizo la voluntad de Dios con gran señorío, como el que no quisiese la cosa o nada le cuesta. Fue cumplidor con su trabajo diario, amoroso esposo, padre y abuelo, servicial y atento con todos y siempre con alegría.

Los compañeros de Hacienda y conocidos lo saben muy bien, hasta en los detalles más pequeños: los viajes que organizaba para sus compañeros y amigos, tenían siempre una impronta cristiana; ¡vamos a Israel!, con la finalidad de recorrer Tierra Santa; ¡Viaje a Francia!, con el objetivo de rezar en Lourdes; a Italia, con parada en el Vaticano y Turín, ciudad donde se encuentra la casa madre de los PP. Salesianos muy queridos por él, pues era caballero de María Auxiliadora, y así viaje tras viaje, siempre acompañado de su señora, y en muchas ocasiones de sus hijos.

Como malagueño, participaba de su Semana Santa como cofrade de La Pollinica, Hermandad en la que afilió a hijos y nietos con devoción.

Álvaro todo lo hizo bien y en silencio. Su vocación cristiana se mantuvo hasta el final. En sus últimos días, cuando ya apenas hablaba o comía y parecía estar ausente, juntaba las manos con devoción, cuando se le invitaba a orar, y rezaba. ¿Quizás hemos vivido con un padre de familia, santo, sin saberlo?

Si ser santo es hacer la voluntad de Dios todos los días, vivir para los demás y dar gracias por ello con una amable sonrisa, los que tuvimos el privilegio de haberlo conocido, estamos seguros de que tendrá un lugar reservado en lo alto.

Pidamos al Señor por su alma y a él, que está ante el trono del Santísimo, que interceda por nosotros.

En la última despedida se respiró un ambiente de paz, la que él siempre inspiraba. Gracias a todas las personas, que acompañaron a los familiares. DEP.