Aunque mucha gente diga que los partidos políticos en España viven en una campaña electoral permanente, la buena, la de verdad, ya ha empezado hace unas horas. Dos semanas por delante de exactamente lo mismo que hace seis meses, aunque esperemos que sin piñazo traicionero al presidente ahora en funciones. La noticia de esta campaña se producía hace ya semanas, cuando Mariano Rajoy anunciaba que, esta vez sí, iba a debatir con Pedro, con Pablo y con Alberto. Habrá debate a cuatro. Será pasado mañana, por fin. Pero... ¿pasado mañana? Si alguno de ustedes tenía marcado en rojo el lunes 13 de junio ya les digo yo que no era por esta primera cita electoral. En efecto, comienza la Eurocopa para España. El partido es a las tres de la tarde, una hora magnífica u horrible según para quién, porque si la cosa se atasca como contra Estonia, el horario es susceptible de cabecear en el sofá hasta que un grito de Sálvame le sobresalte a uno. El partido es temprano, el debate por la noche. Hay siete horas de diferencia que deberían ser suficientes para que las tertulias y las críticas no se solapen y para que los hashtags se conviertan en tendencia de una forma escalonada, ordenada y correcta... pero esto es España, y ojo con que la selección no empiece la Eurocopa metiendo la pata y que el debate a cuatro se enquiste, porque más de uno es capaz de culpar a Rajoy de poner a Casillas, persistiendo en los errores del pasado y no renovando a La Roja, y a Vicente del Bosque de congelar las pensiones y subir los impuestos. La tertulia del martes, por el mismo sitio. «¿A qué viene ahora, de buenas a primeras, la extrema izquierda? ¿No somos todos moderados? ¿De centro?». No sabe uno muy bien si hablan de Lucas Vázquez o de Alberto Garzón. Garzón, el tapado. El fichaje del verano, con lo raro que es que se hagan fichajes ante de una gran competición. Pues ahí está el tío, y no estará el lunes en el debate. El político mejor valorado de nuestro país, según el CIS, convertido en estas elecciones en el escudero de lujo, en el Busquets de Unidos Podemos. A todo el mundo le gusta, pero los votos se lo lleva Iniesta, con algo más de pelo.

Es uno de tantos detallitos de una campaña que se presenta tórrida por cansina -puede que sea el terral, no lo sé-, repetitiva, bolivariana y absurda, llena de brindis al sol, de acusaciones de populismo de unos a otros que dejan la casa como lleva seis meses, sin barrer, y de medidas que jamás se llevarán a cabo. ¿Y por qué no, puestos a lanzar medidas populistas, se asignan los componentes de las mesas electorales a parados sin ayudas, para aliviarles con 60 euritos al menos una semana del verano? «Quita, quita, que el domingo 26 son los cuartos de la Eurocopa y hay partidazo... ya si acaso para las elecciones de después de verano». Bienvenidos de nuevo. Es lo que queríamos, lo que votamos en diciembre.