Siempre es complicado elegir la mejor canasta del año. Esta temporada hay algunas que son firmes candidatas para este galardón. Todos recordamos el partido de Liga Regular en La Fonteta en el que, con el partido empatado, Diop anota una «bomba» a un paso a falta de un segundo y tres décimas para el final. Todos pensaron que era la canasta de la victoria. Todos menos Felipe Reyes y Sergi Llull. Mientras el público y los jugadores del Valencia celebraban la victoria, los jugadores del Madrid agachaban la cabeza por la derrota. Pero Sergi, cuando ve que Felipe coge el balón para sacar de fondo, inicia un sprint como queriéndole decir a su compañero «pásame que la meto». Reyes, que conoce como se las gasta el de Mahón, le pasa rápidamente. Llull usa esas trece décimas para dar un bote en carrera y lanzar con toda la intención desde la línea de tres de su campo. El balón vuela por el aire y acaba dentro. Un canastón desde más de veinte metros que cae como un jarro de agua fría sobre los valencianos mientras que cambia las caras de abatimiento de los jugadores del Madrid por abrazos y risas.

El tiro inextremis del base español dio la vuelta al mundo. Sin duda tiene un gran mérito. Sobre todo porque creyó que podía conseguirlo. Pero es evidente que la jugada estuvo acompañada de un enorme porcentaje de suerte. De cien tiros que lanzara Llull en las mismas condiciones anota uno. Vamos, que fue un poco churro.

Horas antes, en Oklahoma, Curry decidió un partido en la prórroga anotando un triple desde once metros a falta de menos de un segundo y con el partido empatado. Este triple tiene mucho mérito, quizás más que la canasta de Llull, porque el jugador norteamericano tira con toda la intención (no es un churro). Él nos tiene acostumbrados a tiros desde esta distancia y a convertirlos. Este fue especial por ser el tiro ganador del partido.

Pero lo que vimos el pasado miércoles en Vitoria fue de otra galaxia. Satoransky anota una bandeja dejando el marcador dos puntos arriba a su equipo, parando el reloj en nueve décimas para el final del partido. Los jugadores del Barcelona se ven ganadores y clasificados para la final de la ACB. Encima Perasovic, entrenador de Baskonia, no tiene tiempos muertos. Entonces Hanga saca de fondo con un pase a una mano que coge Bourousis en el aire con la mano izquierda. En cuanto cae al suelo, se pasa el balón a la mano derecha y tira contra el tablero forzando la prórroga. ¡Increíble!

Dicen que en menos de un segundo lo único que se puede hacer es palmear el balón en el aire, que no se puede caer y lanzar. En esta jugada el jugador griego coge el balón en el aire y tira después de caer al parqué. Incluso se cambia el balón de mano antes de lanzar. También es cierto que las nueve décimas que quedaban para el final nunca pueden ser reales porque la persona encargada de poner en marcha el crono cuando el pívot del Baskonia toque el balón, lógicamente se va a retrasar alguna décima más. Además, cuentas con un poquito de cuaje de Tomic, el defensor en esa de jugada de Bourousis. Y es que el jugador del Barcelona sólo debía tocar el balón, o desviarlo, para que se acabara el partido. El balón venía de veintiocho metros, distancia desde la que sacó Hanga, volando por el aire unos cuantos segundos, los suficientes como para colocarte hacia donde iba dirigirlo y cogerlo, tocarlo o desviarlo. La poca sangre de Tomic ayudó a que su rival pudiera anotar.

Es cierto que el tiro del griego es debajo del aro, aunque no está exento de dificultad por recibir el pase en el aire, cambiarse el balón de mano y tirar rapidísimo. Pero lo que hace diferente a esta jugada, lo que es de otra galaxia, es el pase de Hanga. El jugador húngaro, como si de un quaterback de fútbol americano se tratara, puso el balón en la mano izquierda de su compañero desde veintiocho metros de distancia. Todos fueron a abrazar a Bourousis por la hazaña. Pero creo que a quien había que abrazar era al alero del Baskonia por ese pase. Podemos abrir un debate de qué canasta es la mejor. Para gusto los colores, dicen. Yo me quedo con la del pase de Hanga.