Ahora parece que la derecha tiene la patente de la palabra patria. La ha utilizado Podemos en la campaña electoral que acaba de comenzar y el resto de los partidos se le hna echado inmediatamente encima.

Se ha acusado una y otra vez a la izquierda de antipatriótrica, de considerar la bandera un simple trapo, y ahora que el partido de Errejón y Pablo Iglesias trata de darle un sentido más fresco a aquel vocablo, se le tacha de oportunista e incoherente.

Unos le acusan de hipocresía por hablar de patria mientras supuestamente pretenden romperla" otros de un patriotismo rancio antieuropeo.

Lejos de mí querer defender esa palabra, gastada como una moneda que ha pasado por todas las manos. No está de más recordar una vez más lo que del patriotismo dijo el inglés Samuel Johnson: «Es el último refugio de los canallas».

Pero hoy, cuando la única patria de los canallas son los mercados, tal vez no sea tan disparatado, por oportunista que les resulte a algunos, dotar a tan manido vocablo de un sentido nuevo como pretende Podemos con su eslogan «La patria eres tú», que tan claramente alude a un verso de Bécquer.

Se puede criticar a Podemos por muchas cosas, por ejemplo, por la indudable ambición y arrogancia de su líder (pero ¿no son así la mayoría de los líderes?) o por el intento de sus teóricos de considerar a este país como una especie de laboratorio en el que ensayar sus ideas inspiradas en Ernesto Laclau y su viuda, Chantal Mouffe.

Pero parece que cuando se trata de desacreditar al partido que pretende arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda, todo, absolutamente todo vale.

Sobre todo identificar a sus dirigentes tan abusiva como machaconamente con la Venezuela de Maduro, un país que está convirtiéndose poco a poco -si es que no lo es ya- en un Estado fallido por la fatal combinación de la corrupción, impericia y cabezonería de unos y las maniobras de otros.

No hay día en el que no salgan en los medios españoles noticias alarmantes sobre Venezuela en lo que se presenta como una natural preocupación por los derechos humanos en aquel país.

Pero ya sabemos que la preocupación de algunos por la situación de los derechos humanos en el mundo es sospechosamente selectiva y responde muchas veces a intereses espurios.

Y ya que nos gusta al parecer hablar tanto de Venezuela, no esté de más recoger la noticia que daba el viernes el Financial Times según la cual el Gobierno de Caracas prefiere pagar a sus acreedores extranjeros en lugar de utilizar el dinero para comprar los medicamentos que tan urgentemente necesitan sus hospitales.

Según el periódico, la decisión de dar prioridad a los acreedores de fuera, que tanto preocupa a los ciudadanos, se debe a que el país tiene las manos atadas por la estructura legal que soporta su deuda soberana.

Un default -es decir el impago de la deuda soberana- podría llevar a Venezuela a una situación similar a la que atravesó Argentina con todos sus acreedores internacionales buscando la confiscación de los activos estatales venezolanos en el extranjero.

Cuando el pueblo sufre como está sufriendo el venezolano, ¿no es eso lo que debería escandalizarnos?