Qué sangre fría la de Vicente del Bosque, marqués del reino de España. Alineó a David de Gea como portero de la selección española en su debut en la Eurocopa pese al escándalo que le ha estallado en la cara en plena concentración junto al resto del equipo. Un juez madrileño investiga al productor de cine porno Ignacio Fernández, alias Torbe, por presuntos abusos a una menor y otros delitos. Dentro de la causa, la policía ha hecho llegar al juzgado el relato de una testigo protegida sobre un encuentro sexual organizado por ese hombre, encarcelado desde abril, con De Gea, guardameta del Manchester United, y con el delantero de Athletic de Bilbao Iker Muniain en un hotel de cinco estrellas. Una juerga en la que participaron ella y otra chica, ambas mayores de edad, y respecto de la cual denuncia «agresiones físicas y sexuales y amenazas». La policía otorga «alta veracidad» a la declaración de la joven, que asegura que De Gea, de 25 años, pagó un trabajo que al parecer dejó multitud de rastros en forma de mensajes entre los jugadores y Torbe, y conversaciones con la chica por teléfono y a través de las redes sociales. La investigación se encuentra en fase muy preliminar, y los deportistas, que de momento no están citados ni imputados, se han aprestado a defender su inocencia y anunciar medidas legales para defender su honor. Así las cosas, podríamos haber imaginado que se dudase de la titularidad de De Gea en la portería española, o incluso que se le enviase de vuelta a su casa hasta que todo se esclarezca. A raíz un episodio parecido Francia apartó de sus filas a Karim Benzema, implicado en un posible delito de chantaje con un vídeo sexual, y le ha mantenido el veto en el campeonato del que es anfitriona. Pero no. España respeta la presunción de inocencia cuando se trata de fútbol, no sé si por ética, por estética o por táctica. Imagínense que el Sabio de Hortaleza pone a Iker Casillas en la meta para contentar a las feministas y nos marcan uno. O dos. En el universo paralelo del balón lo que importa es el resultado y las faltas cuentan si se cometen en el terreno de juego. El único juez es el de línea. Chicos, somos un equipo.

Así las cosas, De Gea estuvo magnífico en el estreno de ese conjunto de héroes que nos hacen soñar. No rompió su concentración eso que algunos comentaristas deportivos llaman ya «revuelo» y «asunto», o lo que las revistas del corazón denominan «las horas más difíciles de la cantante Edurne», novia del portero. También puede verse como un ejemplo de la penosa esclavitud a que son sometidas mujeres muy jóvenes y seguramente muy pobres que es preciso combatir, pero eso no viene a cuento ahora. Del Bosque ha debido sopesar que la magia de la Roja contrarrestará el daño a su reputación, y que si al final levanta la tercera copa el portero recibirá la absolución. Igual acierta, pues los temas que afectan a la integridad femenina no están en la cúspide de las preocupaciones de los españoles. De otro modo no se entiende que en el debate a cuatro del lunes pasado solo dos candidatos, el socialista Pedro Sánchez y Pablo Iglesias de Podemos, se avinieran a hablar menos de treinta segundos de violencia machista. Ni Albert Rivera de Ciudadanos ni Mariano Rajoy quisieron malgastar saliva en contar qué harán para frenar una lacra social que suma este año 22 asesinatos. Dos horas y pico repitiendo los argumentos sobre economía, recortes e integridad nacional que ya contaron hace seis meses, y ni un minuto para el terrorismo doméstico. Otro gallo hubiese cantado si les preguntan sobre fútbol, un asunto por encima del bien y del mal, y de las leyes de los hombres. Todavía estaríamos escuchándoles pronunciarse con pasión.