Ya, no es fácil. Pero tampoco yo sé mucho más que usted. Quiero votar, y sin embargo€ Esta vez no resulta fácil votar o saber qué votar si no se pertenece a ninguna tribu partidaria, si no se forma parte de ese suelo electoral que mantienen algunos partidos pase lo que pase; si uno posee la surrealista arrogancia de creerse libre y se ahorra el miedo (a lo que hay o a lo que pueda haber); si ni es hooligan de ninguno -aún teniendo ideología- ni odia a nadie, si mantiene la serenidad y unos mínimos niveles éticos; o si uno es de los que miran a su hijo o a su nieta cuando se plantea a quién votar e incluso le gusta llevarles de la mano a las urnas para que comprendan el valor personal e intransferible de no tarjeta de crédito que tienen en sus manos; o si a uno sólo le preocupa acertar con su voto en estas reelecciones por el bien de la sociedad; y si no vota sólo con el bolsillo por formar parte del clientelismo institucionalizado (o por querer formar parte de él),€ en fin, que no, que esta vez no va a resultar fácil.

El mordisco que las lamentables conversaciones grabadas al ministro Fernández Díaz le han dado a la recta final de la campaña más larga de la democracia (empezó meses antes de las fallidas elecciones de diciembre y a ver si termina el sábado) no va a cambiar el momento en que está la sociedad española frente a su espejo electoral. Lamentables conversaciones por lo que el probablemente peor ministro del gobierno le dice en ellas al responsable de la Oficina Antifraude, y lamentables por el hecho de haber sido grabadas, lo que pone en evidencia lo animadas que están las cloacas del poder y hasta donde llegan sus bandos. Aunque, probablemente, ni esto de los unos ni lo de Venezuela en los otros ni todo lo que ha salido y lo que todos consigan sacarse, influya definitivamente en el voto final.

Hoy qué es la sociedad española. Se pueden leer análisis sociológicos y estadísticos sobre ello, pero a la hora de quedarse con lo esencial a la hora de empujar el país hacia alguna parte, la gente que aún tiene pensión y la que cree que no la va a tener será la fuerza bifronte que determine el resultado y el nivel de abstención. Las urnas se llenarán más o menos entre quienes miran al futuro que no ven y quienes viven cerrando los ojos en un pasado que aún no pasa.

Y muchos de ellos, de ellas, desnortados, hartos, cómplices, hay de todo, no tienen claro si esta vez existe un voto útil a la hora de meter la papeleta o no hacerlo, incluso quienes sí piensan en no tirar su voto a la basura de lo que no computa para no desperdiciar ni un escaño (sobre todo si votan en una circunscripción donde se repartan pocos). Se tienen que enfrentar, apartando la riada de aguas sucias que habían estado ocultas y estancadas pero a la vista de todos (políticos y ciudadanos), a lo viejo que tiene ante sí el reto de apuntarse a lo nuevo y a lo nuevo que está tardando poco en caer en la tentación de actuar como lo viejo.