Ha llegado el día de acudir a las urnas por segunda vez en el periodo de seis meses para decidir la composición del Congreso y del Senado, aparte del Gobierno que pueda formarse con ello, y se mantienen todos los interrogantes e incertidumbres que se vienen arrastrando desde la primera convocatoria. Los partidos no han sabido, o no han querido, aprovechar la última campaña electoral para clarificar sus posiciones y, en concreto, el sentido de las alianzas que están dispuestos a establecer a partir de mañana mismo. Es un reproche que se les debe hacer en forma de llamada a la responsabilidad cuando está meridianamente claro, desde el 20D, que la ciudadanía no solo reclama, sino exige, diálogo, compromiso y capacidad de consenso.

Todas las previsiones indican que los resultados de los comicios de hoy pueden ser bastante análogos a los de la convocatoria anterior. En consecuencia, los líderes políticos deben bajar de su respectivo pedestal, hacer concesiones y garantizar la gobernabilidad. De lo contrario, entraríamos en un escenario insólito que podría desembocar en unas terceras elecciones generales consecutivas, con el descrédito internacional y las dificultades de estancamiento económico y administrativo a nivel interno que ello supondría.

A la vista de la nueva situación en la que ya ha entrado la Unión Europea, España necesita un gobierno sólido y respetable tanto en clave interior como exterior. El Ejecutivo no puede permanecer en funciones y prolongar la situación de provisionalidad, porque el mandato de las urnas siempre es inexcusable en democracia y porque deberán tomarse decisiones inmediatas de gran calado. El Reino Unido acaba de decidir su salida de la UE en referéndum con lo que ello significa, desde la incertidumbre, de recomposición de políticas económicas y relaciones internacionales. Con Gibraltar de por medio, gran número de residentes británicos en España y numerosos trabajadores españoles en Reino Unido, las relaciones bilaterales también deberán recomponerse.

Pero para que el nuevo Gobierno que salga de las urnas y sus respaldos parlamentarios resulten creíbles, también deberán evitarse episodios como los vividos en los últimos días con el ministro del Interior de protagonista, que pueden llegar a resquebrajar el equilibrio de la separación de poderes.

Dado que no habrá mayorías absolutas ni enormes diferencias de escaños entre los partidos que obtengan mayor número de respaldos, se imponen unos pactos que en los últimos meses apenas han sido ensayados y se han visto abocados al fracaso sin que ello fuera inevitable. También permanece la duda de la abstención, pero convendrá hacer un llamamiento inequívoco a la participación, porque el ejercicio del voto es la forma más solvente de alcanzar las aspiraciones personales dependientes de la gestión pública.

Por lo que respecta a Málaga, aparte de las incertidumbres turísticas y económicas que despierta el triunfo del Brexit, la falta de gobierno mantiene en el limbo inversiones claves por más de 4.000 millones para la economía de la provincia como avanzar en el tren litoral como se ha prometido en campaña, el futuro de la regeneración de los Baños del Carmen, la llegada del Cercanías al PTA, el futuro de la Biblioteca Pública del Estado en el convento de San Agustín o el acceso norte al aeropuerto. Después de una doble convovatoria electoral y todas estas promesas en el programa, los partidos deben saben que la ciudadanía les exigirá éstas y otras soluciones.