Estuve días atrás en un centro de mayores de Torremolinos para dar una charla sobre el estado de bienestar y la oferta que hacen los diversos partidos que nos piden su voto el 26 J. Y después de hacer una exposición se abrió un atractivo debate, basado en hechos reales, sin edulcorar propuestas y, a veces, con dolorosas exposiciones vivenciales de quienes lo dieron todo en el trabajo y ahora no llegan a mediados de mes. Una de estas personas manifestaba no entender cómo se engaña y se hace de la mentira y de las promesas, que no se podrán cumplir, el argumento principal para pedir el voto. Esta persona, con 73 años a las espaldas y más de un tiro tirado en el precario mundo de la hostelería, dijo cuál sería su voto, sin señalar a partido pero dando claves que a los presentes, incluido el firmante, le hicieron pensar. Habló, despacio y en primera persona. Y este es el resumen.

No votaré, dijo, a quien no me garantice seguir cobrando la pensión, ni a quien por recortes impuestos por Bruselas rebaje la cantidad que actualmente percibo (975 euros). He estado 35 años pagando al Estado y ahora el Estado no me puede abandonar.

No votaré a quien no me garantice sanidad pública y gratuita, sin copagos. Tengo próstata y no podría pagar un tratamiento privado. A quienes se ponen de rodillas ante Bruselas no les daré mi voto.

No votaré a quien ha hecho recortes en Dependencia para reducir el déficit. Dijo más: No puedo votar a quienes no tienen sentimientos y son incapaces de tener la más mínima sensibilidad ante el drama que aqueja a millones de personas que están por debajo de la indigencia.

No votaré a quienes ha recortado en educación. He sido beligerante, con camiseta verde, en manifestaciones varias, incluso en Madrid, porque quiero para mis seis nietos lo que yo no pude tener: formación y posibilidad de acceder a una educación que les abra puertas de futuro.

No votaré a quienes prometen el maná de crear dos millones de empleos porque es falso y hacerlo sin datos y memoria económica que haga posible lo que prometen

No votaré a quienes tienen en sus genes la corrupción, enquistada como una garrapata, con preclaras sanguijuelas chupando la sangre de los ciudadanos, con sueldos y pagos en B, sinvergüenzas que se han forrado hasta la náusea.

Y no votaré a quienes han llevado a este país a la pobreza extrema para más de tres millones de hogares, donde sólo se vive de la caridad y de la sopa boba

Me importa la democracia, la libertad, la honestidad; me importa Europa, me importan los refugiados, y los que no tienen papeles, y las pateras escupiendo cadáveres; me importa la justicia, y la igualdad y las políticas de género, pero entenderán que cuando se llega a cierta edad lo que importa es poder vivir con dignidad. Y para el partido que me de esta dignidad como persona será mi voto.

Y no dijo más.