Hace unos días murió Michael Herr, autor de Despachos de guerra, un libro fundamental del siglo XX en el que se recopilan sus crónicas sobre la guerra del Vietnam. En el prólogo, Herr habla del impacto emocional e intelectual que le provocó la experiencia. En algún momento dice que «somos responsables de lo que vemos». Esta frase, escrita hace tantos años, cobra hoy un significado mayor del que su autor pudo imaginar. En efecto, en una u otra medida, somos responsables de lo que vemos. Y hoy lo vemos todo. Vemos cómo muere un niño desnutrido en Niger y cómo otro es violado al atravesar un desierto en dirección al norte de África. Vemos cómo se especula con el agua y la comida, cómo se patentan las semillas, que es como patentar el semen. Vemos cómo los ricos aumentan su riqueza en una proporción idéntica a la que crece el número de pobres, cómo los fondos de inversión adquieren a bajo precio viviendas sociales que venden por el doble. Vemos el tráfico de armas y las guerras que provoca ese comercio. Disponemos de una visión del mundo en pantalla panorámica, de manera que, además de los indigentes de aquí, vemos los de allí y vemos también a los seres humanos que se ahogan en el Mediterráneo huyendo del hambre y de las balas.

Lo vemos todo. La visión se ha globalizado. Vemos, pues, las fábricas asiáticas en las que trabajan, poco menos que en régimen de esclavitud, los niños, las mujeres y los hombres que confeccionan la ropa barata que nos compramos los sábados por la tarde. Vemos cómo de vez en cuando se derrumba una de esas fábricas acabando con la vida de 200 o 300 obreros. Vemos la hipocresía de las grandes firmas, que envían unos céntimos para los ataúdes. Nada escapa en esta época a nuestro conocimiento. Y somos, como decía Herr, responsables de lo que vemos. Somos, decía Pessoa, del tamaño de lo que vemos. Y lo que vemos está mal, da asco, resulta insostenible. Pero tiene una solución que pasa por el reparto de la riqueza. Si los ricos tuvieran para la vida el mismo talento que demuestran para los negocios, serían los primeros en exigir a los gobiernos unos sistemas tributarios que aliviaran las diferencias. También ellos son responsables de lo que ven. Solo falta que abran los ojos.