Cuanto más hostil y desagradable es la realidad mayor es la pasión por refugiarse en el juego, y el de capturar bichos forma parte de nuestra parte más ancestral. Una persona a la que admiro suele repetir que el dinero está en la calle. No quiere decir, por supuesto, que ande tirado por el suelo, sino hay que salir a buscarlo al territorio de cada uno para sobrevivir (también como hacían nuestros ancestros remotos) ofreciendo el producto que sea. El carisma y la magia del territorio parecían haberse perdido, suplantados por la realidad virtual absoluta, pero estaban ahí, como las notas en las cuerdas del poema de Becker, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas. O sea que, en resumen, malestar de la realidad, pasión reactiva por el juego, caza del animal quimérico y viejo regusto por el territorio explicarían el éxito. Claro que es fácil explicarlo cuando ya se ha producido.