Somos agua. Venimos del agua. El agua de es nuestro medio interno. A principios del siglo XX se hicieron experimentos por René Quinton que demostraron que es posible hacer vivir los glóbulos blancos en el agua de mar o que es posible reemplazar la sangre de un perro por agua marina previamente desangrado. No es de extrañar, por tanto, que el 28 de julio de 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara una resolución que establece que el acceso a fuentes de agua potable y segura, son un derecho humano esencial para el goce pleno de la vida y de todos los derechos humanos. Pero como dice el refrán sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

No cuidamos el agua. Además la malgastamos. Por ello hemos tenido que crear un indicador: la huella de huella hídrica, para medir el impacto de la actividad humana sobre el agua a lo largo de toda la cadena de actividad. La huella hídrica tiene tres sumandos que se nombran por colores. La huella hídrica verde: es la fracción de huella sobre el agua de la lluvia o de la nieve y se almacena en la superficie del suelo al alcance de las plantas. La huella hídrica azul: se refiere a la fracción de huella procedente del agua captada mediante infraestructuras o instalaciones operadas por el hombre. La huella hídrica gris: se refiere a la fracción de agua necesaria para diluir los vertidos o contaminantes y la fuente en la que se vierten mantenga la calidad ecológica exigida legalmente. Junto a ellos hay que tener en cuenta el agua virtual: que nos indica la cantidad de agua que se emplea en la obtención de productos que son objeto de intercambio en el comercio internacional. Detectamos la presión que genera presión en los recursos hídricos el comercio en las regiones exportadores.

Para crear conciencia sobre el impacto de nuestra forma de vida produce sobre los recursos hídricos, algunos ejemplos de la cantidad de agua que necesaria para producir: un vaso de cerveza, 75 litros; una copa de vino 120 litros; una taza de café 140 litros; un huevo 200 litros; un kilo de manzanas 400 litros; un litro de leche o un kilo de trigo 1.000 litros; un filete de pollo de 300 gr. 1.170 litros; una hamburguesa o medio kilo de queso 2.400 litros; un filete de vacuno de 300 gr. 4.500 litros. Amén de la contaminación de los ecosistemas hídricos que esta actividad produce directamente sobre ellos. El problema no es tanto de escasez material de ésta, sino de distribución de los recursos y de calidad de las aguas disponibles. Es un problema de distribución al ser destinada a la producción de alimentos para exportación o a la producción de energía eléctrica, por poner dos ejemplos, con prioridad a las necesidades de las personas de esos territorios. Es un problema de calidad debido a la contaminación y degradación de los ecosistemas y acuíferos, que ocasiona la actividad humana y los graves problemas de salud que se generan a las poblaciones que dependen de ellos.

Un ejemplo cercano de la explotación insostenible de los recursos hídricos la ofrece Doñana: con miles de pozos ilegales, las cientos de hectáreas de cultivos irregulares o el dragado del río Guadalquivir. Sólo cito el problema de la privatización de los recursos y la gestión del agua.

El consumo actual de agua es insostenible. Ello plantea la necesidad de alcanzar la sostenibilidad de los ecosistemas acuáticos; el acceso efectivo de todos al agua potable, como derecho humano; la instauración de derechos universales de ciudadanía global; y la resolución no-violenta de conflictos y el desarrollo de la cooperación internacional. La crisis climática va a hacer que los recursos disponibles sean cada vez menores, convirtiéndose en causa de agudización de conflictos existentes, resurgimiento de otros y creación de nuevos conflictos tanto en el interior de los estados como entre estados. Este es el reto que tenemos. Porque en los conflictos del agua ocurre que primero mueren los peces, después las personas en las comunidades más pobres. Después pagamos todos.