Juicios rápidos

Hablar de «juicios rápidos» debería ser una tautología, una obviedad, y no el calificativo que aquí damos a algunos de ellos, en los que se simplifican ciertos procedimientos. Porque nada más cierto que el aforismo «Justicia lenta no es justicia». Triste ejemplo es el caso AFINSA, una patente estafa piramidal que llevó a su intervención (ya tardía) hace diez (10) años, y sólo hoy se ha concluido, a pesar de perjudicar a casi doscientos mil (200.000) pequeños ahorradores, muchos de los cuales invirtieron ahí su jubilación o reserva para las crisis. Y estos días se ha cumplido un bochornoso aniversario más sin Justicia para las víctimas del tranvía de Valencia y del tren Alvia de Santiago, en donde ha tenido que intervenir, como en otros casos, la Justicia de más allá de nuestras fronteras. ¿Cabe algo peor? Sí: unos hechos que engloban en gran parte incluso los ya señalados. Todos, todos los españoles, menos un puñado de sinvergüenzas, somos víctimas de mil maneras de las décadas de impunidad de una tupida mafia, cuyos delitos han permitido reformar la sede de un partido político y le ha ayudado, y mucho, a conseguir nada menos que el Gobierno de muchas Comunidades y del Estado. Sólo ahora se van a tener que sentar algunos de ellos en el banquillo por borrar más de treinta veces los discos duros de la contabilidad de dicho partido, de cuyo nombre no quiero ni acordarme. ¿Hasta dónde y hasta cuanto podrán seguir perpetrando e incluso ampliando sus increíbles «hazañas» antes que quizá haga justicia de verdad la Justicia?

Diego Mas MasBenalmádena