Desde 2007 tenemos 210.000 camareros más en España, algo que define a la perfección el modelo económico de nuestro país. Ya lo decía Felipe en los 80, las fábricas estaban obsoletas, España -con su entrada en la Unión Europea- firmaba la sentencia de muerte de su ya de por sí desfasada y raquítica industria (no me sea usted porfión, caballero, que lo que teníamos aquí era poquita cosa y ya se estaban encargando de encanijarla cada día más).

Total, que con obreros prejubilados, parados y desfasados, España decidió que era el momento de especializarse en producir otro tipo de bienes: titulados universitarios. Ahora que el país lleva años recogiendo los frutos de este plan, que incluía la exportación masiva de muchachos con diploma, se encuentra con que no hay sitio en el que ponerlos.

Estamos en un país en el que te sientas en la barra de un bar, te pides una cerveza y mientras esperas a los colegas te da para entablar una interesante conversación con Juan Carlos, el camarero. «Yo acabé Ingeniería Técnica Industrial, hice mi trabajo fin de carrera sobre la iluminación con gas en la Málaga del XIX, pero no encontré nada de lo mío y€».

Ese y, seguido por unos puntos suspensivos sin suspense, no sorprende en absoluto. A Juan Carlos te entran ganas de pedirle que te firme un proyecto en lugar de una tapa de ensaladilla, pero es lo que nos han dejado.

Con todo y con eso, encima, tenemos que agradecer que haya bajado el paro en 5.500 personas que cuando acabe el verano volverán a estar sin nada. Jodidos pero contentos. Yo me echo otra caña y me voy de vacaciones. Nos vemos en septiembre.