El monte San Antón, cubierto de nubes, me ha saludado esta mañana. «¡Hola vecina! Te prometo que el sábado mejorará el tiempo». Sí, no duden que les digo la verdad, palabrita. ¿Notan ustedes que con el transcurrir de los años nos volvemos más incrédulos? No hay que preocuparse, el Señor tiene una manga muy ancha para perdonar estos casos, de otra manera en la puerta del infierno habría colgado un cartel con la leyenda: «Completo».

Cuando era jovencita, mi madre me decía todos los días que, con el transcurrir de los años, me estaba volviendo muy rebelde. Y yo le respondía, en voz bajita: «El Señor te perdone». Al final del día me daba el besito de buenas noches y me tranquilizaba, porque no me cabía duda alguna de que ya se había olvidado de mi presunta rebeldía. A veces, sin mala intención, hacemos sufrir a la persona que tenemos a nuestro lado, por esta razón, una vez al día, deberíamos dedicarle una amplia sonrisa. Hasta hoy me ha ido bien ¡Ánimo, amigos!

¡Ah, se me olvidaba! Hace muchos años, cuando era bibliotecaria en Jardín de Málaga, hicimos una actividad preciosa: Los lectores mocitos escribieron un libro de aventuras: En busca de Pedro Duque. Él nos dio los parabienes y, una vez publicado, se le enviaron algunos ejemplares. Pasados algunos años abandoné mi trabajo y, un tiempo después, estando nuestro héroe en Málaga, preguntó por mis señas y, desgraciadamente, nadie las sabía. Sin comentarios. Hacen falta muchos cañones para hundir un barco viejo.

Bueno, amigos lectores, espero que pasen un casi perfecto finde en compañía de toda -o casi toda- su familia. Recuerden su infancia y reconocerán que los mejores momentos que pasaron llevaba incluido a uno o a dos abuelos. Solemos ser divertidos.