Se ha publicado un informe que aprueba y certifica la calidad de las aguas del litoral malagueño para el disfrute de la época estival, lógico siendo el último caladero del boquerón. En Málaga las aguas están tan sobradas que hasta tienen droga flotando. Sueño de fumetas, nadar en pelotas rodeado de sustancias ilegales. Ya me imagino a todos los enganchados de la provincia buscando hueco en la arena para plantar sus sombrillas en primera línea de playa para, acto seguido, tirarse al mar a tragar bocanadas de agua narcotizada cual ballena azul ingiriendo liquen. El problema será cuando, al estilo delfín desorientado, acaben varados con el colocón en alguna paradisiaca cala apartada de la civilización.

La Mancomunidad de Municipios debería plantearse la creación de un servicio de recogida de grifotas, una especie de tractor con una mullida pala de poliestireno que recorriera las playas amontonando personas, como el que desde hace meses se espera en Puerto Banús para acabar con las prostitutas y los borrachos incívicos que orinan y practican sexo en la vía pública, destrozando vehículos y espantando para siempre al turista pacifico y de calidad que hace añorar tiempos mejores.

En Elche, en cambio, un pequeño tiburón mordió la mano de un bañista hace un par de semanas, y digo pequeño para que no se imaginen un gran tiburón blanco, pero sí a un escualo con capacidad de mordida suficiente como para arrancarte tres dedos de una sola dentellada. Aquí son los boquerones los que se lanzan al agua a la pesca del fardo, pues creo que ya se divisan bancos de fumados que rastrean los rebalajes desde el rompeolas hasta la zona donde hacen pie, pues tienen muy claro que una cosa es que te guste el hachís y otra bien distinta es jugarse el tipo, así, a lo tonto Mairena.

Las que están haciendo el agosto, y ahora debería decir «nunca mejor dicho», pero no voy a hacerlo, son las empresas locales de submarinismo. Por lo visto se alquilan a millón las gafas y los tubos de bucear. Un empresario del sector con visión de negocio debería incluir un curso de iniciación a la inmersión superficial especializada en la búsqueda y rescate del ansiado paquete, le regalo la idea.

Dentro del drama, creo que la historia tiene una arista positiva, un mal menor, como Pokemon Go, pues han conseguido que los disfrutones salgan de sus cuevas para dedicarse a su hobby al aire libre. El famoso oceanógrafo Jacques Cousteau dedicó toda su vida a ilustrarnos sobre los secretos de la vida marina y animarnos sin mucho éxito a perder el miedo por el insondable azul, y resulta que dos simples fardos flotantes de marihuana han conseguido que cientos de personas deseen con toda su alma estar en remojo bajo el agua salada hasta que caiga el sol. Ver para creer.

Y es que es lo que tiene. Estás tranquilamente chapoteando y se te aparece flotando un paquete de 40 kilos de marihuana, lo que al cambio, en el mercado apropiado, puede costar unos 30.000 euros, y como la cosa esta canina pues no hay socorrista ni vigilante que valga, allí por Pedregalejo que se abalanzaron decenas de bañistas a por el ilegal tesoro como si del vellocino de oro se tratase, y eso que el común de los mortales desconoce algo que todo buen pescador que se precie sabe. Me refiero a la existencia de una página de internet muy útil, Tabla de Mareas se llama. Tú introduces la fecha, la zona, y ella solita te dice la incidencia de pescado, cuándo amanece o anochece, la temperatura y la presión atmosférica, la pleamar y la bajamar, viento y visibilidad€ es decir, una guía que para mi gusto acierta poco en cuanto al éxito deportivo pero puede resultar muy apropiada para quienes esperan que el mar, y lo que lleva, les cambie la vida como en la comedia agridulce. Somos gente honrada, en la que dos amigos cincuentones y en paro encuentran 10 kilos de cocaína. Dejo el problema moral y el desenlace para ustedes.

El mar, la mar, es así de agradecida aunque no pueda disfrutarse desde la playa de Huelin. El mar es fuente de vida, cofre de secretos hundidos, intangible horizonte por cruzar, mecedor de sueños, susurro de caracola, éxito de Hemingway o espejo de la luz de Sorolla. Todo eso es muy bonito y está muy bien, pero donde se pongan 30.000 euros flotando que se quite lo bailao, porque aparecerán decenas de caza tesoros al grito de ¡Que rule, que rule!