De uno al coro de los que, tras contemplar la progresión absurda de las aspiraciones de ese bufón vociferante, de ese payaso iletrado que se llama Donald Trump, piensan que es una amenaza para la salud mental, incluso en un territorio tan abonado para la locura como la vida política.

Es más: he aquí mi vaticinio sobre el final de trayecto el próximo noviembre. No será difícil acertar: Trump nunca llegará a la presidencia de Estados Unidos. Le falta estatura, inteligencia, conocimientos y templanza. (Claro que también dije hace meses que el Brexit era un imposible, incluso contando con el triste estado actual de la UE).

Lo que me interesa es resaltar cómo la campaña republicana en Estados Unidos es la sublimación del populismo más tonto, una verdadera feria que repite con fuegos de artificio otras campañas políticas de Europa pero de modo más circense.

Los candidatos populistas de aquí y allá se parecen. Dan el tipo necesario para divertir e impresionar, incluso para convencer y asustar durante un breve periodo de tiempo. Todos se centran en denostar a la clase política, la casta, como si su proyecto de regeneración fuera automático, que no lo es. Y, si llegan al poder, inmediatamente se disuelven como un azucarillo. A lo largo del pasado año he oído con frecuencia la advertencia de "no desdeñéis a Trump, que sube como la espuma y un día te lo encontrarás en la Casa Blanca"; un insulto a la inteligencia de millones de seres pensantes, flaco respeto a los valores democráticos de los americanos. (También he oído hablar de la subida como la espuma de Podemos). Pero lo importante no son los candidatos, por mucho que se parezcan sus pelos, Trump, Boris Johnson, Pablo Iglesias, sus mensajes y sus mentiras. Construiré un muro con México, la UE está sangrando a Gran Bretaña, soy un leninista amable, soy social demócrata€ Yo soy verdaderamente bueno y redimiré a los españoles, americanos, británicos.

Lo importante, lo grave, es la masa que les vota. Apoyados en un confuso mejunje de hartazgo, protesta contra la política establecida, en un instinto que tiene mucho de patrioterismo e ignorancia, en un cuaderno de proyectos políticos que no pasan de la declaración pomposa de intenciones, se disuelven cuando los suyos llegan al poder sin alternativa (véase una vez más el Brexit): haremos que América sea grande otra vez (no recuerdo cuándo se hizo pequeña), nos negaremos a pagar a Bruselas por las tonterías del PP, terminaremos de un plumazo con la corrupción (¿sí?), expulsaremos a todos los musulmanes (¿por qué me recordará a los judíos conversos del tiempo de los Reyes Católicos?).

Si hay algo que pueda compensarme del desastre de unas terceras elecciones en España es que Podemos quede arrinconado en la irrelevancia y siga el camino de Donald Trump.