Que si condición sine qua non por aquí, que si reunión de la ejecutiva por allá, que si no es que no, sí es que no y no es que sí€ El cuento de nunca acabar para vivir del cuento. Récord olímpico de la desgana. Medalla de oro a la ineficacia. Casi trescientos días de dirigentes provisionales haciéndose los importantes en su insignificancia. La crisis política que padece España es sencillísima de resolver. Desde mañana mismo y para siempre. ¿Usted, querido ciudadano, por no trabajar cobra? Pues los durmientes del Congreso, sí.

Están sus altas señorías sentadas en la baja Cámara únicamente para elegir presidente de la nación y después controlarlo. Requiebro va, requiebro viene, se niegan a hacerlo. Y a nadie, por dignidad, le hemos escuchado estos días proponer la renuncia a las millonarias asignaciones que perciben los grupos parlamentarios o a sus emolumentos personales. Siguen cobrando tan ricamente del contribuyente, van ocho mensualidades, sin empezar si quiera la tarea.

Al parecer, la regeneración en este país consiste en decidir cómo distribuir las bancadas en el Congreso de los Diputados. Para buscar los sillones con el mejor plano de cámara de la Cámara sí que andan raudos los padres de la patria.

Todo sistema electoral -existen muchos, ninguno perfecto- tiene una doble finalidad: garantizar la representación proporcional de las preferencias del electorado y facilitar la formación del Ejecutivo. Eso vale para cualquier parte del mundo menos para España. Por más gimnasia de urna que practican últimamente los votantes, su opinión no cuenta nada.

Quizá todo forme parte de la última ocurrencia de la nueva política. El ensayo de la renta básica universal: que te ofrezcan un sueldo por sestear. Lo que Suiza desechó en referéndum lo obtienen por la gorra esos a los que antes denominaban la casta. La caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Oído en una terraza, café matinal de currantes agosteños: «Hasta que no haya Gobierno, los parlamentarios tendrían que renunciar a sueldo y devolver lo percibido. Veríais qué pronto se arreglaba la cosa. A mí no me desembolsan los cuartos hasta que no acabo la faena». No es ninguna frivolidad, sino el pensamiento más sensato sobre el bloqueo escuchado entre tanto tertuliano de la nada.

Ese es el mal de este país: la irresponsabilidad encima se paga. Nadie da la cara, ni carga con las consecuencias de sus actos fallidos. Nadie asume sus errores, ni expía culpas. Ahí radica la diferencia con las democracias avanzadas: una ministra sueca de Educación de 29 años dimite porque se considera un mal ejemplo tras dar positivo en un control de alcoholemia. Tomó una copa de vino blanco, otra de tinto y esperó cuatro horas para ponerse al volante.

Aquí seguimos perdonando socialmente a quien conduce después de beber. Total, no pasa nada€, opina la mayoría. Lo mismo creen los diputados sobre lo suyo pese a que estén sin hacer nada desde hace ya casi trescientos días. Y nos tienen borrachos con su camelo.