Los fieles lectores de España le debemos a una muy ilustre dama malagueña, doña Olga Mendoza, dos proezas literarias: la recuperación y la traducción del inglés de dos libros imprescindibles. El primero, Bocetos del Madrid de Isabel II, fue una obra inicialmente anónima, publicada en Nueva York en 1856. Se atribuye a la autora escocesa Frances Erskine Inglis. El segundo, cuyo autor fue el doctor D.J.T. Francis, se publicó en Londres en 1853: El cambio de clima como remedio de las enfermedades crónicas. Se dedican en este trabajo dos capítulos interesantísimos a Málaga («El clima más templado de Europa»).

También la labor incansable de investigación y la admirable generosidad de doña Olga Mendoza me han permitido finalmente leer un libro del que me habían hablado hacía mucho tiempo: Érase una vez€ Las memorias de juventud de la Princesa Max de Hohenlohe Langenburg, doña Piedad de Yturbe, Marquesa de Belvís. La larga espera ha valido la pena. Ha sido fascinante la lectura de los recuerdos de nuestra princesa, con sus espléndidas raíces malagueñas y sus contrapuntos centroeuropeos, iluminados por una prosa de gran brillantez. Navega el relato en un equilibrio perfecto de civilización, cultura y sensibilidad inteligentes. En las páginas que doña María de la Piedad hizo posibles en este libro, publicado en 1954 por Seix y Barral, nos encontramos un mosaico vivo, deslumbrante, en el que está representada con pinceladas inolvidables una parte de la reciente historia europea, a través de las observaciones y el talento de una dama excepcional. Como mínimo y discretísimo botón de muestra, nos encontramos en una de las páginas finales el relato del encuentro de la autora en los salones de la casa vienesa del Barón Louis Rothschild, con el joven que sería su marido: el Príncipe Max Egon zu Hohenlohe Langenburg. Heredero de una de las más grandes familias del Gotha.

Empiezan las 284 páginas de esta obra imprescindible con una conmovedora dedicatoria de doña Piedad: «A la memoria bendita de mi Madre». En 1867 nació la madre de doña Piedita en Málaga. Honraría siempre a su tierra andaluza doña María de la Trinidad von Scholtz-Hermensdorff, duquesa de Parcent y marquesa de Belvís. Fueron sus padres -los abuelos maternos de la Princesa de Hohenlohe, doña Piedad- don Enrique Guillermo von Scholtz-Hermensdorff y Caravaca y doña María Matilde von Bear y Grund.

Vivo en Marbella desde hace algo más de medio siglo. Muchos de estos nombres y las personas que con tanta dignidad los han llevado hicieron finalmente posible el milagro de una de las más bellas ciudades turísticas de este planeta. Aquella Marbella, para la que ya en 1943 don Ricardo Soriano, Marqués de Ivanrey y primo hermano de la Princesa de Hohenlohe, doña Piedita, había adivinado un futuro portentoso. En 1946, don Ricardo animó a sus primos, los Príncipes de Hohenlohe. Su descubrimiento, Marbella, merecía una visita. Así fue. Un año después, su hijo, el joven Príncipe Alfonso, compraría, siguiendo las indicaciones de sus padres, la finca de Santa Margarita. Aquel pinar mágico en las afueras de Marbella, donde habían almorzado junto al mar el año anterior. El resto de esta hermosa historia ya lo conocen ustedes. Y, por favor, intenten leer las maravillosas memorias de juventud de doña Piedita. Me lo agradecerán.