Dominando el Danubio, muy cerca de Viena, hay una pequeña montaña, llamada Leopoldsberg, desde la que se divisa perfectamente la gran explanada por la que discurre majestuoso el gran río europeo y, al fondo, en toda su extensión, la capital austriaca. La pequeña iglesia instalada en su cima es centro de peregrinación de los polacos que visitan la ciudad, pues en ella rinden homenaje a su rey Jan III Sobieski, que comandó las fuerzas de la coalición de naciones cristianas que, convocadas por el Papa, derrotó a partir de allí al Ejército turco del gran visir Kara Mustafá y acabó así con el segundo sitio de Viena en siglo y medio.

Aquella batalla, de la que estuvo ausente por cierto el Reino de Francia, que apoyó a los turcos, marcó el inicio de la larga dominación de los Habsburgo en toda Europa Central a la vez que el comienzo del declive del imperio otomano. La liberación de Viena tuvo lugar en los días 11 y 12 de septiembre de 1683, y de ella se cumplen ahora 333 años. Y ése fue precisamente el título elegido - «333 años después»- por el tabloide sensacionalista austriaco Kronenzeitung para recordar con patriotero orgullo a sus lectores que «la batalla de Viena fue una de las grandes derrotas del imperio turco».

Para agravar las cosas, el mismo diario, que destaca con frecuencia por su populismo xenófobo, publicó en su edición digital una noticia, recogida luego por las redes sociales, cuyo titular rezaba: «Turquía autoriza las relaciones sexuales con menores de 15 años». La noticia se refería a un veredicto del Tribunal Constitucional turco que eliminó una ley que tipificaba como violación todo tipo las relaciones sexuales con menores. El Gobierno turco calificó de falsa la noticia mientras que el de Viena defendió al periódico que la había publicado con el argumento de la libertad de prensa.

Efectivamente, las relaciones entre los dos países no atraviesan su mejor momento: mientras que el Gobierno austriaco reprocha al turco de aprovechar la fallida intentona golpista para reprimir con dureza a toda la oposición, Ankara acusa a Viena de tolerar e incluso apoyar el «terrorismo» del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Los turcos están enojados con la permisividad demostrada, según Ankara, con las continuas manifestaciones que organizan los kurdos en pleno centro de Viena contra el Gobierno de Erdogan y a favor del PKK, cuyo líder, Abdulá Öcallan, se pudre en una cárcel turca, condenado como está a cadena perpetua por terrorismo y separatismo armado. Esas manifestaciones han degenerado en alguna ocasión en peleas entre kurdos, que denuncian tanto la continua violación de los derechos humanos en Turquía como el aislamiento al que está sometido en la cárcel Öcalan, y contramanifestantes turcos, que apoyan la mano dura de su presidente.. Después de la manifestación de la última semana, el Gobierno turco llamó a consultas a su embajador en Viena mientras que el encargado de negocios de la embajada austriaca fue convocado por segunda vez en dos semanas al ministerio turco de Exteriores.

No gustó tampoco nada a Ankara que, tras el fracaso del golpe militar en Turquía, el gobierno de Viena elevase el tono contra el de Erdogan hasta el punto de pronunciarse en público algunos de sus ministros a favor de la ruptura de las conversaciones para la adhesión de aquel país en la Unión Europea.

Algo en lo que, justo es decirlo, Austria es menos hipócrita que otros países europeos, que en el fondo no admiten que Turquía pueda a entrar un día en lo que muchos, como nuestro ex presidente del Gobierno José María Aznar, consideran un club de naciones cristianas.

El ministro austriaco de Defensa ha llegado a comparar últimamente la Turquía de Erdogan con una dictadura de facto mientras que el joven titular de Exteriores de la República alpina ha puesto en tela de juicio el acuerdo entre la UE y Ankara en materia de refugiados y llamado a los otros socios a no dejarse presionar por el Gobierno turco. Consciente de su capacidad de presión como miembro clave de la OTAN - los desmedidos elogios a los turcos del vicepresidente estadounidense Joe Biden en su visita de esta semana a Ankara no dejan duda al respecto- el Gobierno de Erdogan, ha acusado al austriaco de «racismo extremo».

La hostilidad de Austria hacia Turquía no es nueva, sino que ya en 2004, el Gobierno austriaco se declaró en contra de la recomendación de la Comisión Europea para que se iniciasen las conversaciones de adhesión de ese país, como explica el experto Cenzig Günay, del Instituto Austriaco de Política Internacional.

La apertura de la Unión Europea a los países ex comunistas ha aumentado el temor de los austriacos a la inmigración procedente del Este de Europa, temor recrudecido por la llegada de refugiados de religión musulmana del Oriente Próximo y que tan hábilmente ha sabido explotar la extrema derecha de ese país.