El PSOE trabaja afanosamente para que Elías Bendodo sea el próximo alcalde de Málaga. No es una broma. En los últimos 16 años los socialistas han estado ocupados en consolidar a Francisco de la Torre en la alcaldía, a la que llegó de rebote en 2000, sin carisma y con la enorme dificultad de ocupar el espacio que durante cinco años inundó la indomable Celia Villalobos. Nunca un alcalde tuvo tan barato barrer en cada cita electoral a pesar de los claroscuros de su gestión. Le bastó a principios de siglo con una agenda inhumana de actos diarios, nueve entregas de pins al día, cuatro paseos por los distritos... para mantener intacto su crédito electoral y comenzar a hilar un discurso sólido de ciudad basado en los ejes cultural, turístico e innovación que le han permitido mantener para el PP el gobierno de la mayor capital del país tras la irrupción de las nuevas fuerzas políticas. Ahora el PSOE quiere repetir la historia con Bendodo.

Qué el PSOE pierda a su portavoz municipal casi ya no es noticia. Lo noticiable sería lo contrario. La esperada marcha de María Gámez se suma a la de Francisco Oliva, Marisa Bustinduy, Enrique Salvo, Inmaculada Pérez de Guzmán, Rafael Fuentes y Begoña Medina. Siete portavoces socialistas devorados por la solidez soviética, inimaginable años atrás, de alcalde cuyos mayores sobresaltos han sido causados por los cachorros del PP, por el monumental fracaso del Museo de las Gemas, el Astoria, la ducha de 15 segundos o el formidable embrollo de una Limasa mixta gobernada como si fuera municipal y que acabará privatizada.

En esta decisión trascendental de los socialistas malagueños por mantener al PP en el gobierno de la ciudad se han afanado casi todos. Hay que felicitarlos por su entrega, constancia y eficacia. El grupo municipal ha sido durante todos estos años fiel reflejo de la convulsa historia del PSOE desde los 90, cuando renovadores y guerristas mantenían un pulso fratricida que solía terminar con una descarnada limpieza de cargos públicos por parte de los ganadores. La militancia y la ciudadanía quedaba en un segundo plano. Se intentó mantener la alcaldía del eterno Pedro Aparicio en 1995 con Eduardo Martín Toval, un brillante paracaidista que obtuvo un pobre resultado y que enseguida fue laminado a través de unas reñidas primarias que ganó Francisco Oliva en 1999. Fue la primera gran batalla interna que se ha librado dentro del grupo. No fue la última, desde entonces se han sucedido los golpes de mano, enfrentamientos y rencillas internas que se han saldado con salidas de concejales o entradas de candidatos. El propio Oliva vio cómo fue desplazado en 2003 por Marisa Bustinduy al igual que él hizo con Toval. El objetivo eran las elecciones de 2003, en un nuevo intento por desplazar del poder al PP y en las primeras elecciones de Francisco de la Torre como candidato. Bustinduy fue la opción autoelegida y en los dos mandatos que estuvo fue más noticia por cuestiones de su grupo que por su labor de oposición. Se optó por un equipo con independientes y se tiró de cargos públicos de la Junta y de la Diputación para elaborar una sólida lista, pero las dos derrotas electorales dejaron a esos concejales en la oposición donde el frío es eterno. Entre 2003 y 2011 se llegó a renovar más de la mitad del grupo municipal socialista en dos ocasiones, con más de una docena de salidas, entre ellas las de Marisa Bustinduy al Parlamento andaluz y Enrique Salvo Tierra al Ministerio de Fomento tras la derrota de 2007. Ese año, además, se produjo incluso una renuncia antes de recibir el acta de concejal, como fue el caso de Amparo Bilbao, que terminó de delegada de Asuntos Sociales. En total, el balance del grupo municipal 2007-2011 fue de siete salidas de los 12 elegidos y cinco portavoces diferentes. Un hito.

Lo divertido es que todos calificaban la era De la Torre como un periodo de oportunidades perdidas, de promesas incumplidas y reducían sus logros a arreglos de calles, un parque nuevo... Es lo que viene a denominarse política de oposición minimalista. Se preguntaban qué había hecho el alcalde con los casi 9.000 millones de euros que había gestionado durante más de una década, pero obviaban una pregunta clave en cuya respuesta no han acertado aún: ¿qué ha hecho mal el grupo municipal socialista para que un alcalde con tan poco bagaje, según ellos, los aplaste de forma sistemática en todas las elecciones municipales? La respuesta a este interrogante es el santo grial socialista, pero prefieren permanecer cómodamente acurrucados en el fracaso como oposición, ventilar sus diferencias y los recelos entre las distintas familias del partido antes que hacer política a pie de asfalto. Los cuatro años en la oposición del ahora alcalde de Torremolinos José Ortiz puede valerles como ejemplo de lo que se debe hacer.

María Gámez, aupada en 2010 por Griñán y Heredia en detrimiento de José María Martín Delgado, representaba un soplo de aire fresco y trataron de no repetir los errores pasados obligando a que los concejales que se queden tengan dedicación exclusiva. Pero la historia se repetió, el grupo no acaba de arrancar con la fuga de tres concejales y el envío a galeras del fichaje estrella Carlos Hernández Pezzi. IU con Pedro Moreno Brenes hizo mejor oposición que un PSOE huérfano de ideas y con cambios constantes en la estructura del partido en Málaga capital. Naufragó el intento más mediático que real de que Bernardino León Gross presidiera la ejecutiva municipal socialista para coordinar el trabajo de las inexistentes agrupaciones. Junto a él un grupo de notables como José María Martín Delgado, Diego Martín Reyes, Fernando Arcas, Emelina Fernández, José Aurelio Aguilar, Manuel García o Remedios Martel fueron reclutados para revisar la pesada maquinaria socialista y revitalizar las agrupaciones; debían conectar de nuevo el partido con la calle y ofrecer una organización más abierta a la sociedad basada en la transparencia, la ciudadanía y la ética. Fuegos de artificio. También falló la estrategia de aplastar al alcalde con la contundencia de la inversión millonaria que desde Madrid inyectó Magdalena Álvarez en forma de AVE, ampliación del aeropuerto, autovías€, y que derivó en que durante todo un mandato el discurso del PSOE se centrará más en números y millones que hablar de los problemas cotidianos a los que se enfrentan los ciudadanos. Se alejaron de su espacio natural.

El resultado de esta brillante gestión es una militancia socialista desconectada, desconcertada y un PSOE que es incapaz de hilar un discurso capaz de conectar con la mayoría social que les permita alcanzar la alcaldía. Falta credibilidad, liderazgo, discurso, cercanía... y un candidato que sepa articular un proyecto. Quizás deban empezar por entender cómo se ejerce la oposición responsable en un tiempo sin mayorías y luego buscar un candidato. En Torremolinos se hizo.