Francisco de la Torre ha tardado más de un año y medio en asumir que gobierna Málaga en minoría. Es lo que tiene gestionar quince años con mayoría. Alcanzó la alcaldía gracias a que se llevó al huerto a Juan Cassá, que pasó de soñar con ser alcalde a firmar un acuerdo de investidura muy ventajoso para el regidor. En el pacto se incluyó una cláusula que blindaba a De la Torre cuatro años en la alcaldía frente a cualquier intento del PP de abrir a mitad de mandato el debate sobre su relevo. Bueno, la dirección del partido, de su partido, lo planteó incluso antes, cuando le ofrecieron encabezar la lista al Congreso en las pasadas elecciones de junio y De la Torre rehusó tal honor que sí aceptaron otros alcaldes como el de Jaén o Almería en las elecciones de diciembre. Quizás puedan intentarlo de nuevo, pues parece que los partidos han decidido amortizar las urnas y llamarnos a consulta una y otra vez.

Dejando a un lado la fantasía o los deseos de un partido, De la Torre empezó a gobernar como si hubiese firmado un autógrafo en la camiseta de Juan Cassá y trató de eludir a las primeras de cambio el primer punto que versaba sobre la racionalización de la administración local. Casi apura hasta las doce campanadas de Nochevieja para convencer, por agotamiento, a Ciudadanos de la necesidad de que «reflexionara» sobre la eliminación de los directores de distrito o de la supresión del Instituto Municipal del Libro.

Por entonces Cassá ya había mudado los dientes de leche en el Ayuntamiento y estaba hasta la coleta de tanta reflexión. Se mantuvo firme y acusó al alcalde de haber «cometido muchas faltas en el primer cuarto del partido». Estos dos regates a sus supuestos socios no serían los primeros realizados por el alcalde, que vivanqueaba por los grupos de la oposición vendiendo sus proyectos como un buen postor pero con escaso éxito. Ya en los primeros meses de su mandato actuó de este modo para sacar adelante el Polo de Contenidos Digitales en Tabacalera, asunto que, por vía de urgencia, acabó acordando con el PSOE tras el rechazo de Ciudadanos al proyecto y salvó el nombramiento de José del Río como gerente de Málaga Deportes y Eventos tras una negociación con Málaga Ahora. Mismo socio en el que se apoyó para nombrar a la directora de Onda Azul.

Durante todo este tiempo De la Torre ha ido negociando con más o menos atino a varias bandas, pero los resultados no son los que esperaba y la mayoría de los proyectos de la ciudad están en cuarentena por la falta de consenso. El alcalde había tratado durante un tiempo de que nada cambiara, pero ya no basta sólo con sus votos o sacar a regañadientes proyectos menores para la ciudad. De la Torre necesita más diálogo, no es que no lo tenga, y con esa excusa desde la pasada Feria pasada decidió aupar a la portavocía del PP a un hombre tranquilo, negociador, afable, que no necesitara un chute de diálogo en vena y que entendiera que la palabra negociación incluye más de cesión que de pedir reflexión.

Carlos Conde, un político de la máxima confianza de Elías Bendodo y su mano derecha hace unos años en la Diputación, ha sido el elegido para iniciar una nueva época en el Ayuntamiento que permita desatascar proyectos durmientes como el parque de Repsol, el Astoria, el hotel de Moneo, los presupuestos... Conde es un tipo normal, lo cual no deja de ser un halago en política, y hoy estará aterrorizado cuando alguien lo señale como el nuevo delfín del alcalde. Conoce de primera mano esa especie de Aula del Mar que De la Torre instaló en su despacho para alimentar, cuidar y ahogar a todos los delfines que la prensa nombraba. Manuel Díaz, Carolina España, Damián Caneda, Mario Cortés..., dan buena fe de que en su piscina solo chapotea De la Torre. Bueno, si no tiene delfín, cuenta con un buen portavoz.