El PSOE es único. Cuando lo normal es que el juicio de las tarjetas black, con Blesa y Rato como principales inculpados, fuera portada en los periódicos y abriera los informativos, van y se descuelgan con una pelea de perros. Y lo que es peor, los socialistas en su insana querencia de darse cachiporrazos, seguirán con la matraca mientras que en el horizonte ya tenemos el primero de los juicios de la Gürtel. Lo dicho, los socialistas saben mejor que nadie cómo brindar silencios a las huestes de Mariano Rajoy para convertirse ellos en una escandalera que sobrecoge. No tienen arreglo y cada día se superan más, joder. De todos modos, parece que algo se mueve y hoy en el comité federal parece que se enterrarán las armas, porque de no hacerlo ya saben los que les espera: No los votará ni el Tato. Parece como si los socialistas lo pasaran en grande dándose leches. ¿Habrá alguien capaz de poner sensatez ante tan inmensa insensatez?

Susana Díaz lo hizo el jueves ante un comité andaluz ampliado y entregado, con un discurso plano, de baja intensidad, alejado de lo que se esperaba, pero con mensajes claros que en el comité federal del PSOE de hoy planearán sobre la cabeza de unos y otros. Susana Díaz quiere evitar el cisma, pero no será fácil. Se ha llegado tan lejos que recomponer el partido se intuye harto difícil, al menos a corto plazo. Lo cierto es que Susana Díaz no echó más gasolina a la hoguera en la que se quema un partido con más de cien años de historia, que ha gobernado 23 años en España desde la democracia y tiene demostrado haber sido el partido que modernizó el país e hizo de la socialdemocracia (estado del bienestar y redistribución de la riqueza) la esencia de su actividad gubernamental. Por todo ello, resulta increíble lo que está pasando en la cúpula del PSOE y entre la propia militancia, dividida hasta límites de llegar a enfrentamientos personales y sacar modos y modales más propios del guerra civilismo. Horas más tarde, Eduardo Madina respiraba por los mismos poros: buscar puntos de acuerdo, rebajar la tensión, abandonar los malos modos (Pradas y Verónica Pérez, puteados) y buscar el diálogo como mejor modo para salir de la crisis.

Por tanto, las palabras de Susana Díaz, meditadas, tasadas hasta en sus silencios, no caerán en balde sobre todo cuando hizo análisis de un partido que ha ido perdiendo millonarios apoyos (cuatro derrotas) sin mencionar a Pedro Sánchez, ni falta que haría para, a continuación, pedir un congreso normal, tranquilo, después de que se haya constituido el Gobierno y estar dispuesta a coser las costuras que han saltado en el PSOE, aunque sin definir de forma clara si ella está dispuesta a dar el paso que le piden: liderar la refundación del PSOE. Susana Díaz, es mi tesis, no debe hacerlo porque su trabajo en Andalucía no ha terminado, ni está cerca de cerrar una etapa personal. Tiene tiempo por delante.

En el fondo de esta crisis está si se da o no el apoyo a Rajoy, con el coste político que ello supone. Susana Díaz no fue clara en este sentido aunque no se pueden olvidar las duras palabras que dedicó a la derecha andaluza pero no menos las que tuvo para Podemos, partido del que huye como gato escaldado. Y reafirmar lo que es su ley: el PSOE es un partido ganador y llamado a ser alternancia de Gobierno, no un partido perdedor (a como lo ha llevado Pedro Sánchez, dijo sin decirlo). Lo cierto es que Mariano Rajoy se relame con la crisis socialista que le pondrá en bandeja llegar a La Moncloa. Porque el fondo de la crisis del PSOE no es otro que siga o no gobernando el PP en España, manifiesto ejemplo de lo que es un partido minado por la corrupción y que preside una persona que, al parecer, no se enteraba de nada o miraba a otro lado cuando le llovían los millones para pagar campañas electorales o mover dinero en negro.

De todos modos, el PSOE, sea cual sea la decisión que se tome hoy en el comité federal, nunca dará un voto en blanco al PP. Y es aquí donde entra en juego un posible acercamiento entre los dos sectores socialistas y acercar posiciones hasta la espera de que haya consenso para la convocatoria de un congreso en el que se diriman cuestiones tan sólidas y necesarias cómo definir el papel del PSOE en la sociedad, cómo recuperar los votos perdidos y por qué se perdieron, cómo acercarse a una sociedad emergente con políticas sociales claras y creación de empleo, sobre todo juvenil. Importan los nombres, claro, pero lo que debe estar sobre la mesa a corto y medio plazo es ser de nuevo referente y ser partido ganador de un partido que gobernó España durante 23 años.