«En qué momento me ofrecí a venir yo, en qué momento», murmura la joven y guapa periodista, apoyada en una farola de la calle Ferraz, con el micrófono agarrado bajo un brazo y sus notas impresas a todo correr antes de salir de la redacción, en el otro. «Arcas, Chacón, ¿Hernando era Antonio o Rafael?, buff... vale, esta es Susana, vale, vale...», repasa los cinco folios cuando alguien le interrumpe.

- «Esa ya te digo yo que no viene». El cámara de Antena 3 transpira, pero sonríe. Llevaba ya seis horas de guardia ante la sede y había encontrado un hueco esta mañana de jueves para soltar por un momento su herramienta de trabajo y fumarse un piti antes de que comience de nuevo un jaleo que le dejó la chaqueta secuestrada dentro de la sede. «Tú no vas mucho al Congreso de los Diputados, ¿no?», le vuelve a decir a la joven, que busca con la mirada a su compañero cámara, no se sabe muy bien si para que le espante a la mosca, o por una pulsión laboral, por si empiezan a llegar protagonistas y no tiene imágenes.

- «No, no... yo... yo trabajo en Sociedad normalmente», le responde intentando no apartar mucho la mirada de sus apuntes.

- «Ah... ¡ah! Bueno, pues creo que Kiko y Belén no tienen carné del partido», se ríe el intruso, buscando en los nervios de su víctima un resquicio por el que colarse, que no todo van a ser totales y recursos y algo de provecho hay que sacarle al trabajo.

Está tan agobiada que ni fulmina con la mirada al cámara mientras responde: «En Nacional hay mucha gente aún de vacaciones... el redactor jefe preguntó... y aquí estoy». De repente algo capta su atención. Jaleo al final de la calle. Los periodistas comienzan a preparar móviles y cámaras... el cámara ha salido disparado. «Bueno, ahí vamos».

«Aquí mando yo, aquí mando yo, aquí mando yo...» se repetía a sí misma Verónica, mientras veía avanzar a la turba periodística compuesta por muchas caras conocidas y convencidas pero también otras ciertamente ambiguas. «Pero, ¿sabrán quién soy?». Una última sombra de duda cruza su mente y le hace vacilar mientras los micrófonos la rodean y comienza a soltar su speech.

«¿Quién es? ¿Quién es?». La joven periodista estaba aterrorizada. Busca gestos de complicidad en la competencia, un gesto de asentimiento que se traduzca en «tranqui, que lo luego te lo digo», pero sus caras no son muy diferentes a la suya. «¿La máxima autoridad del partido? Ahora sí que estoy jodida», habría pensando, de no ser porque la cara de incredulidad de la compañera que está justo a la derecha de Verónica es igual o mayor que la suya. «Bueno, a ver si veo al pesado de antes», pensaba y sonreía tranquilizada, intentando sacarle algo positivo al trabajo.